Cierto es que el futuro de la economía occidental es preocupante porque se mueve en un escenario complicado, adverso e incierto y no menos cierto es que no existen las soluciones milagrosas, aunque resulta conveniente que la sociedad, principal perjudicada por la crisis, no caiga en el fatalismo. Dicho lo cual, habrá que convenir que este último objetivo es incompatible con el engaño, porque no es lo mismo querer proyectar un clima de serenidad que mentir para conseguirlo.
Y esta es la sensación que se tiene a tenor de las medidas tomadas y las declaraciones realizadas por los miembros del ejecutivo presidido por Mariano Rajoy que, en palabras del ministro de Economía, Luis de Guindos, se enfrenta a un mes de junio crítico en el que todo puede suceder: desde la salida del euro de Grecia a la intervención de la economía española. Y ayer, por primera vez, reconoció que no era descartable el rescate un dirigente popular, uno de sus portavoces de Exteriores, José María Beneyto.
Horas después de que Mariano Rajoy afirmara que "no estamos al borde del abismo", el semanario alemán Der Spiegel afirmaba que Merkel ya no cree en las medidas que está tomando el Gobierno español y presiona para que acuda al Fondo de Rescate Europeo al objeto de sanear las cuentas del sector financiero que podría necesitar entre 50.000 y 90.000 millones de euros para recapitalizarse. La información, no confirmada por la cancillería, añade que los temores de Merkel se concretan en que España puede caer antes incluso de que se celebren las elecciones en Grecia, el día 17 de junio, y que esa caída provoque el efecto contagio en Italia y Francia.
Como verán, algunos medios de comunicación europeos distan mucho de opinar como el presidente del gobierno español o como el titular español de Economía, quien afirma que un 70% de la banca española está "perfectamente" sana, después de haber gestionado la crisis de Bankia "de la peor forma posible" en palabras del presidente del BCE, Mario Draghi. Pero todo esto forma parte del capítulo de las grandes finanzas, cuya complejidad se escapa muchas veces a la comprensión de la sociedad que termina por no entender tantas preocupaciones por el sector financiero mientras se sigue destruyendo empleo y ejecutando desahucios.
La magnitud de ese engaño queda dimensionada al comprobar los recortes en materias tan sensibles como la educación y la sanidad, así como los escasos recursos destinados a las pequeñas empresas y a las familias que no pueden salir del agujero negro creado por el sector financiero que recibe toda la ayuda posible e imposible para evitar su quiebra, consecuencia esta última de la negligencia (cuando no corrupción) de unos gestores que ahora se retiran a sus cuarteles de invierno con suculentas indemnizaciones. La imagen que proyecta esta realidad es como añadir el insulto al agravio comparativo porque un ciudadano puede ver como reducen el número de profesores para sus hijos, como recortan las prestaciones sanitarias, como pierde su empleo y como ejecutan el desahucio de la vivienda que tenía hipotecada en Bankia, al tiempo que 500 euros de los que él paga en impuestos son destinados a rescatar al propio banco ejecutor del desahucio.
¿Es este un diagnóstico veraz de la economía real? Indudablemente, así lo percibe el ciudadano medio porque lo sufre en sus propias carnes. Todo el dinero que se ha destinado al saneamiento de la banca no ha tenido contraprestación alguna en reformas eficaces del sistema. Tampoco han servido para reactivar la economía del sector industrial. Ni tan siquiera se les ha obligado a que informen sobre lo que han hecho con esas ayudas. Da la impresión de que los dirigentes políticos han sido sensibles con el riesgo sistémico de un sector (el financiero) preocupado por mantener su poder y beneficios, pero no han sabido conectar con el dolor y sufrimiento de quienes han perdido todo o están a punto de perderlo.
Pero nada de esto parece estar en la agenda de los problemas de esos dirigentes que este mes estarán pendientes, por ejemplo, del informe que el FMI hará público el próximo día 11, también hablarán, y mucho, de las elecciones griegas o de las evaluaciones externas que se están realizando sobre el estado de salud de los activos inmobiliarios tóxicos españoles. Sin olvidar la reunión que el próximo día 22 mantendrán en Roma el primer ministro italiano, Mariano Monti, la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande; y el presidente el Gobierno español, Mariano Rajoy, para discutir sobre la crisis del euro.
Resumiendo, mucha reunión y muchas declaraciones, aunque sean contradictorias, pero pocas soluciones. El objetivo no parece tanto encontrar el camino para salir de la crisis como mantenerse en el poder con mayor o menor fortuna, con mayor o menor credibilidad. Algo similar a lo que también acontece en Euskadi donde López se aferra al calendario electoral para mantenerse en Ajuria Enea aunque lo que afirma un día "no a los recortes", se contradiga con lo que dice al día siguiente al anunciar nuevos ajustes presupuestarios. A esto se llama marear la perdiz o, dicho en otras palabras, anteponer sus intereses personales a la transparencia informativa que es exigible en un gobierno democrática y legítimamente elegido. Lo demás, como decía Platón, son cuentos de nodriza, dicho con todo respeto a las nodrizas.