Julián Goikotxeta
dESDE la chimenea que sale de la Capilla Sixtina se elevó al cielo una columna de humo blanco. Entonces el cardenal protodiácono se asomó por una de las ventanas que dan a la plaza de San Pedro y gritó en tono solemne a la feligresía: ¡Habemus Papam!
Desde el salpicadero de una pantalla de ordenador conectado por si un casual al sitio de internet del Athletic se pudo leer ayer la esperada noticia tal cual, ni con una palabra más ni una palabra menos: "El Athletic Club y el entrenador Marcelo Bielsa han acordado prorrogar la relación contractual que unía ambas partes hasta el 30 de junio de 2013".
Aunque San Mamés lleva a gala y orgullo su condición de catedral, ni por asomo se plantea cualquier comparación con la solemnidad que envuelve la liturgia vaticana, y sin embargo la directiva del Athletic en poco tiene que envidiar a la curia romana. Por ejemplo en la parquedad oratoria y en el hermetismo con el que se llevan los asuntos palaciegos. En una sociedad libre, donde la información corre a raudales, la afición rojiblanca regresó de súbito al medievo. Con el alma en un puño miraba en religioso recogimiento hacia la chimenea de Ibaigane: nada. Fumata negra. Y así transcurrió el lunes, y el martes; también el miércoles, ¿no decían que el jueves a más tardar?; y tampoco el jueves. Llegado el viernes, el desánimo comenzó a cundir entre la fiel hinchada. Confiada en que este sufriente argentino seguiría un año más para pulir su obra, la falta de noticias fomentó el desánimo y dio pábulo a todo tipo de rumores. Tampoco faltaron los débiles de fe. Ni los irreverentes, que levantaron enseguida un becerro de oro, y quien más quien menos se fue haciendo a la idea de Ernesto Valverde, uno de los nuestros, amiguete y primera opción de Josu Urrutia, que dejó triunfante el Olympiacos griego argumentando "razones personales". ¿Razones personales o espérate tú un rato por si acaso? Se la debíamos y, al fin y al cabo, sí, de acuerdo, Marcelo nos dejó sabor a miel, ocurrió el sortilegio de Manchester y se llegaron a dos finales para perderlas vilmente y sin la menor oposición, para qué nos vamos a engañar, o sea, que a la hora de la verdad el entrenador no supo insuflar a sus muchachos mentalidad de campeón y falló en toda regla, luego tampoco es para despilfarrar en cohetes, y si el Athletic existía antes de Bielsa probablemente seguirá existiendo después de Bielsa.
En esas llegó el sábado. Más silencio. Avezados periodistas y analistas de la cosa ya estaban perdidos con tanto pajeo mental a la búsqueda de una tenue luz entre los lóbregos vericuetos de Ibaigane. "Se trata tan solo de unos flecos", dijeron que decían fuentes tangencialmente bien informadas. Los flecos, a su vez, dieron rienda suelta a más elucubraciones. "Es que son flecos de alfombra de Cachemira, y no de cualquier esterilla del todo a cien, ¡ojo!".
Y aquí entramos en uno de los meollos de la cuestión, al parecer: que si las formas de Lezama no son las correctas; que si falta esto y sobra aquello, que cómo está el servicio, y además quiero vivir allá, alegan que alegó el Loco Bielsa, pero no de cualquier forma, sino en plan monacal, como cuando residía en el complejo chileno de Pinto Durán. Entrados en harina, los especuladores acabaron encantados dando rienda suelta a la imaginación. Que si exigía una celda igualita a la que habitó Santa Teresa de Ávila en la Capilla de la Transververación. Algún osado elucubrador incluso llegó a cuestionar que uno de esos flecos tenía que ver con que si era lícito o no la tenencia de flagelos en un recinto deportivo.
De repente, en pleno domingo, saltó la cruda noticia: Bielsa ha renovado. Se acabó el rumor, la especulación, pero en su lugar siguió sonando chirriante el silencio. Nadie por aquí, nadie por allá. Cerrado por descanso dominical. Cuatro palabras en la web y marchando. ¿Merecía el socio soberano alguna explicación, aunque fuera en boca del bedel de guardia? ¿Era relevante el dato?
Cuán canalla puede ser el fútbol. Así piensan los seguidores del Almería, que se quedan sin promoción de ascenso a causa del pregonado tongazo entre el Celta y el Córdoba. La hinchada celeste se acordó de Miroslav Djukic, técnico del Valladolid, por acusar a ambos contendientes de amañar el encuentro. Fue curioso ver el partido. Cómo los futbolistas de uno y otro bando se las ingeniaron sin rubor durante 92 minutos para fingir que jugaban al fútbol. Estaba escrito, y así se cumplió.