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La tensa vigilia

La tensa vigiliaFoto: efe

Visto y comprobado lo malparado que ha quedado el pueblo soberano tras la enorme decepción de Bucarest he decidido montarme al carro de la nueva final cargado de un mesurado optimismo, ejercicio mental que me ha costado un rato, pues era de los que pensaba que ganarle al Barça sideral de Leo Messi y compañía era poco menos que misión imposible para el Athletic.

Para empezar, nada pinto en todo este cotarro pasional defendiendo un mensaje agorero, y además empiezo a sentir el cosquilleo ese de a lo mejor..., así que recurro al libreto para agonías futbolísticos, pues en lo imprevisto y sorprendente reside la gracia de este gran invento.

Conviene rememorar la final de Copa ganada (2-0) en el Santiago Bernabéu en 1958, la de los once aldeanos, al fantástico Real Madrid de Alfredo Di Stéfano (el Messi de entonces), que acababa de conquistar frente al Milan su tercera Copa de Europa, además de la Liga. Aquello sí que fue un Maracanazo en toda regla. Pero tampoco hay que irse tan lejos. ¿Recuerdan el Athletic-Barça de esta recién acabada Liga?, y cómo los discípulos de Bielsa le jugaron de tú a tú al equipo azulgrana, que salió vivo de San Mamés de chiripa y porque tuvo la suerte de empatar en el minuto 91 con un gol de La Pulga (2-2). Tras el encuentro, Pep Guardiola ponderó: "Nunca había jugado contra un equipo tan intenso". ¡Ahí queda eso!

La pista a seguir sin embargo está aún más cerca. No deja de ser un consuelo saber que es imposible hacerlo peor de lo que lo hicieron frente al Atlético de Madrid en la capital rumana, y tan avergonzados estaban los muchachos que repetían como en un mantra: "como jugadores del Athletic que somos, os debemos una explicación y os la vamos a dar..."

¿Y qué subrayó ayer Ander Herrera?, pues nada menos que "para Bielsa esta final es el partido de su vida", o sea, que la cosa se está poniendo tremendista a este lado de la trinchera, mientras que en el otro los cracks del Barça están como de vacaciones, y con cara de fastidio por esta vigilia larga y tediosa, pues ellos viven para empresas titánicas, y no para mendigar una Copa doméstica a modo de despedida y cierre de una temporada marcada por el fracaso; y encima se marcha Guardiola, el gran gurú azulgrana, que harto de estar harto, de ganar o quién sabe de qué, les dijo levitando sobre el Camp Nou: ahí os quedáis, huerfanitos de mí, y en su lugar han heredado al enigmático Tito Vilanova para reconstruir todo un imperio. Y además ha brotado la mala hierba que riega el famoso entorno, especie de veneno que cíclicamente aparece para reventar al Barça en pleno esplendor, con la reaparición revanchista de Joan Laporta, metiendo cizaña sobre el adiós de Guardiola; la del propio Pep, que no esperaba tal sucesor y desliza un morboso silencio al respecto; e incluso de Joan Cruyff, el oráculo culé, que también tuerce el morro cuando habla del tema.

Así que mientras nuestros muchachos sudan la gota gorda preparando con denuedo y fatiga el asalto a la Copa las tinieblas se ciernen sobre el Camp Nou, Messi se solaza en la playa y se va a navegar con Antonella, su novia, como si nada, según anunció el astro argentino a través de su perfil en la red social china Tecent Weibo (?) y retuitea el Sport.

¿Y que dice nuestro Gaizka Toquero?, pues que tienen "muchas ganas de dar el salto de calidad ganando un título", y creerse "de verdad que se puede ser campeón en el Athletic". ¡Toma ya! ¡Así se habla!

Conforme escribo voy encendiéndome, hasta el punto de que siento la tentación de borrar el ridículo comienzo del artículo. Echo un somero vistazo al universo futbolístico y detecto una extraña conjunción astral: el Villarreal sólo estuvo en puesto de descenso en el último minuto del último partido, suficiente para ir de cabeza a Segunda. El Montpelier gana por primera vez en su historia la Liga francesa, y la Juventus pierde la final de la Copa italiana ante el Nápoles (2-0), que no saboreaba el placer de un título desde hacía 22 años, después de recorrer la Liga regular sin conocer la derrota; y los desgarramantas del Chelsea se proclaman por fin campeones de Europa acabando también con el mito de la eficacia alemana, para más inri de nuestro querido Jupp Heynckes, que termina el curso con el Bayern de aquella manera, derrotado en su propio estadio en la Champions, perdiendo también la final de Copa y segundo en la Bundesliga.

Recurro a la cábala. Me dice: ¡grandes aconteceres aguardan en la final de Madrid! (y yo añado lo más obvio: que el fútbol no deja de ser un juego y... ¡Que nos quiten lo bailao!).