la ciudadanía europea dirige su mirada hacia un nuevo mayo francés, aunque a diferencia de aquel lejano 1968, las expectativas no están puestas en una revolución estudiantil que quería cambiar el mundo, sino en la posibilidad de que tomen cuerpo las promesas electorales de Hollande, que aboga por un plan de inversiones que estimulen el crecimiento económico y la creación de empleo en Europa. Pero tal vez fuera más adecuado decir que se está mirando de reojo la disputa entre Sarkozy y Hollande, porque la verdadera preocupación está en los países periféricos y más concretamente en los "viernes de Rajoy", con R de reformas y recortes.
Europa parece haber entendido que la austeridad no es suficiente y, así, a la propuesta que hizo Angela Merkel la pasada semana se une ahora el vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, quien ha manifestado que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento "no es una estupidez", sino que "contiene un margen considerable" que permite dulcificar las reglas fiscales y presupuestarias en los países con mayores problemas. Por primera habla vez de un "pacto europeo de inversiones" que pasa por usar el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el presupuesto europeo como palanca para impulsar proyectos de infraestructuras, energía verde e I+D con la participación del sector privado.
Abundando en el tema, se asegura que Bruselas tiene preparado el Pacto de Crecimiento que complementa el plan de austeridad presupuestaria con dos paquetes de medidas para, por un lado, suavizar las drásticas medidas del citado plan y, por otro, establecer inversiones para estimular el crecimiento y la creación de empleo. De todo ello, se supone, se hablará y decidirá en la próxima Cumbre Europea que se celebrará en junio y, para entonces, las instituciones europeas esperan impacientes que el Gobierno de Rajoy haga pública una reforma del sector financiero por la que los bancos dejen de ser inmobiliarias y actúen como lo que son: bancos.
Es esta la mayor preocupación de las instituciones europeas, pese a las declaraciones de Emilio Botín, quien defiende la marca España y asegura que el sector financiero español no necesita la creación de un "banco malo", al tiempo que carga contra quienes se dedican a denigrar la imagen de España: "No comparto en absoluto los comentarios tan negativos que se están haciendo sobre la situación en España, que lo único que hacen es generar incertidumbre y nerviosismo", en alusión a Standard & Poor's que está semana ha rebajado la nota de la deuda de nueve comunidades, incluidas Euskadi y Navarra, así como de once bancos entre los que está el Santander.
A la vista de los planes europeos y de declaraciones tan contradictorias, resulta evidente que alguien está muy equivocado o que miente con muy mala intención. El propio Gobierno español está buscando la fórmula que permita desenladrillar el sector financiero. Es decir, sacar de las cuentas bancarias los miles de millones de euros contabilizados en el apartado de "activos inmobiliarios tóxicos" que restan viabilidad y liquidez al mercado crediticio, así como credibilidad ante los agentes internacionales. Y, como muestra, ahí está el Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega, el segundo mayor fondo soberano a nivel mundial con un capital de 465.333 millones de euros, que ha reducido un 13,4% su exposición a la deuda pública española en los tres primeros meses de 2012, mientras sacó de su cartera a los bonos soberanos de Irlanda y Portugal.
Por tanto, parece evidente que la banca española necesita sanearse para recuperar la credibilidad de los inversores y volver a cumplir con su función primordial, la de conceder crédito. Sólo así, la economía española tendrá alguna posibilidad de acogerse al Plan de Crecimiento propuesto por la Comisión Europea que podría llegar a movilizar unos 200.000 millones de euros en inversiones y otros 30.000 millones para combatir el paro.
En base a estos planteamientos europeos y financieros, resulta curioso ver como Patxi López quiere erigirse en adalid de la autonomía vasca al anunciar recurso de inconstitucionalidad a los recortes de Rajoy, mientras modifica las inversiones públicas previstas en los presupuestos de Euskadi con un recorte de 116 millones de euros para cumplir con el objetivo de déficit marcado por Madrid. Digo que resulta curioso, que no sorprendente, porque ese deambular errático ha sido el ADN que define al inquilino de Ajuria Enea. Hoy dice una cosa y mañana la contraria.
Lo peor de esta crisis no es la propia crisis, sino cómo la ha gestionado el Gobierno vasco. Ahí tenemos como prueba evidente las cifras relativas al endeudamiento, con una parte muy importante destinada a cubrir gasto corriente, o al paro, sin olvidar la última maniobra de una agencia de calificación de riesgo, S&P, que ha recortado en dos escalones la nota de Euskadi, pasando desde AA- a A. Pero como quiera que López ha iniciado su personal campaña electoral, pretende sacar pecho de su gobernanza tras una lamentable legislatura.