¡Cielos!, ha vuelto
En el interior de la Catedral hay una nave sencilla pero hermosa, de estilo neoclásico, con una capilla donde destaca una hornacina vacía. Está dispuesta para cobijar al último santón rojiblanco, pero el muy terco se resiste a ocupar el lugar que le corresponde en la abigarrada historia del Athletic; se resiste a convertirse definitivamente en leyenda, pues será entonces, y solo entonces, cuando la fiel parroquia rojiblanca le rendirá pleitesía plena, como se merece, por ser vos quien sois, el último caudillo capaz de llevar a la tropa bilbaina hasta la victoria plena, a los títulos, y embarcarnos a todos en esa gabarra ahora varada rumbo al paraíso futbolístico.
En efecto, Javier Clemente ha vuelto. O mejor dicho, nunca se fue. Aunque presente un currículum verdaderamente lastimoso y lamentable en los últimos años de su dilatada trayectoria como entrenador, pues más parece cura repartiendo la extremaunción que brujo milagrero, el Rubio de Barakaldo aún mantiene su capacidad seductora, virtud que se ha podido comprobar entre la afición esportinguista, que ha acogido su elección como virtual salvador al igual que un marinero arrasado por la galerna se agarra a un madero.
Nunca le faltó trabajo, y mira que hay competencia en el gremio y técnicos lustrosos en paro. Por ejemplo, Manu Sarabia (y no me sean malpensados), que ejerce de avezado comentarista del balón en televisión, confiesa que daría cualquier cosa por volver a entrenar, asunto que no cata desde que en 2002 fue despedido del Numancia, y no hubo manera.
A Clemente le acaban echando de todos los sitios, y sin embargo al poco le vuelven a contratar. Sus equipos, generalmente desvencijados, terminan descendiendo o sin alcanzar la meta prevista, y pese a todo mantiene su prurito de reputado revulsivo.
Consiga o no evitar el descenso del Sporting a Segunda División, lo único cierto es que el espectáculo está asegurado, no sobre el recinto deportivo, que ese es otro cantar, sino allende sus lindes, pues si algo conserva en forma el rubio es la lengua, rápida y dispuesta, y su capacidad para fomentar controversias y banderías.
Así que, para bien o para mal del Sporting, el cotarro futbolístico ha recobrado a un referente, un dinamizador paradigmático de este invento que impregna poderosamente la sociedad, y mientras eso ocurra en la solemne catedral seguirá existiendo una hornacina vacía a la espera de que el inquieto santón calme su espíritu y cobre la dimensión del mito para ser reverenciado por los siglos de los siglos amén.
Clemente debutó con un empate frente al Atlético, que venía pletórico de Roma, donde sojuzgó a la Lazio con autoridad (1-3) en un encuentro de Liga Europa, y de agasajar al Papa Benedicto XVI, a quien de paso le pidieron una oración por la causa.
Pero no está el cielo para este tipo de justas mundanas, y Falcao, con lo meapilas que es, y compañía se dieron de morros contra el portero Juan Pablo (¿o tal vez intervino su tocayo Karol Wojtyla, antecesor de Joseph Ratzinger en la poltrona vaticana? ¡Insondables son los designios...!). El caso fue que hasta el gol colchonero lo marcó en propia puerta Canella, aunque el Atlético encajó luego el primer tanto en la Liga desde que está al frente Diego Cholo Simeone.
Clemente pudo amarrar un punto que a duras penas sirve para aliviar las penurias que afligen al Sporting, que todavía necesita otros seis para poder salir de la zona del descenso.
La clementina, en cambio, evitó que el Atlético pudiera alcanzar al Athletic en la clasificación y permitirle recobrar un puesto europeo.
Misterios tiene el fútbol, no en vano el equipo de Bielsa comenzó el encuentro ante el Málaga con la misma caraja con la que terminó su compromiso continental ante el Lokomotiv de Moscú para desesperación de la hinchada y mayor gloria de Gorka Iraizoz, sin cuya luminosa inspiración no se comprende el final feliz que tuvo la historia.
Se exasperó el rival, asombrado de su mal fario inicial, y no te cuento nada tras el descanso, cuando en cuatro minutos se zampó tres goles como tres soles, entregó definitivamente la cuchara y regresó a la Costa del Sol con una depresión de caballo.
"El resultado se decidió en pelotas puntuales", exclamó Manuel Pellegrini, el entrenador del Málaga, acuñando otra etérea, aunque valiosa definición para la cultura futbolística: pelotas puntuales son aquellas que entran con puntualidad en la portería, digo yo que quiso decir el técnico chileno. Y semejante puntualidad (e Iraizoz) sirvieron para cubrir con un tupido velo una inquietante evidencia: sin Amorebieta, Llorente y Javi Martínez este Athletic es otra cosa. No hay recambios fiables. Y es tan larga la temporada...