DE la facilidad humana para creer (la credulidad) surgen todos los engaños y el registro de mitos que tenemos por certezas. Nacemos engañados por esa ligereza con la que admitimos cualquier hecho sin evidencias. Somos pésimos gestores de nuestras dudas. Y el poder y la televisión lo saben, también los que hacemos anuncios. Por eso es tan sencillo construir líderes de la nada y destruir personas a antojo. La última batalla de la credulidad nos la ha servido el FBI tras la detención del promotor de Megaupload, Kim Schmitz, un antiguo hacker cuya plataforma de descargas servía de punto de encuentro entre quienes querían compartir sus propios archivos -cine, música, libros, juegos y software- y quienes no podrían comprarlos.

Sin entrar en el debate sobre la propiedad intelectual, la legalidad del trasiego de archivos y las contradicciones del mundo tradicional en la nueva era global, lo relevante es la estrategia informativa desplegada para aniquilar sin piedad al moderno disidente y criminalizar el intercambio en la red. Al genial y extravagante Schmitz los agentes de Edgar Hoover, con la complicidad de las cadenas de televisión, le han crucificado preventivamente ante la crédula opinión pública difundiendo su supuesta vida fastuosa, rodeado de mujeres, coches de lujo y aviones, todo ello sin opción a una defensa equitativa y el contraste de datos. Se trataba de arruinar toda imagen romántica de su actividad y asociar las descargas a la estética mafiosa. En esta vieja táctica del escarnio público y la difamación, heredera de la Inquisición, se ha centrado esta maniobra de intoxicación universal. El siguiente paso es la hoguera, unida a la acusación de herejía y la promesa de perpetuo infierno para todo seguidor de las bajadas digitales.

Responda sinceramente: ¿A qué usted se ha tragado la historia del monstruo Schmitz? No se culpe, pero la próxima vez que vea las noticias en la tele hágase el firme propósito de no creer nada. Cultive la intuición y conviértase al escepticismo: qué gozada vivir en el pecado de la duda.