eL pasado miércoles, durante el partido copero que disputó el Athletic en Mallorca, me quedé un tanto perplejo. Joaquín Caparrós planteó el encuentro con sus hombres firmes en la trinchera, agazapados y prestos a sorprender al rival bilbaino en algún contragolpe. Como en el partido liguero disputado jornadas atrás también en el estadio insular, los futbolistas del Mallorca hicieron faltas, de esas que llaman tácticas, de manera sistemática y el objetivo descarado de cortar el ritmo del contrario.

Para más inri, Caparrós había dejado en el banquillo a su jugador con mayor proyección en ataque, como es el Chory Castro. La cuestión era amarrar un punto como sea, o acaso los tres con algún gol de buena fortuna, como suelen hacer en la competición liguera. Pero resulta que se trataba de un partido de Copa y el Mallorca estaba obligado a remontar el 2-0 recibido en San Mamés, empresa que exigía ambición y mayor predisposición ofensiva.

Tras reflexionar sobre el asunto, descarté por absurdo que el Mallorca hubiera confundido el partido de Copa con uno de Liga. También descarté que Caparrós decidiera tender deliberadamente un puente de plata al Athletic, pues el hombre alardea de su condición de socio rojiblanco y eso deja impronta. La conclusión parecía clara: los futbolistas del Mallorca han asimilado el estilo Caparrós hasta el tuétano, mayormente porque la divisa es sobrevivir en la máxima categoría so pena de desaparición, así que juegan como juegan y punto, sea en Copa o Liga, en Palma o en Estambul.

Tres días antes, el Mallorca había disputado un partido de Liga en Vallecas. Tuvo una, la metió y se llevó los tres puntos para la isla tan ricamente. Pero cuatro días después, Caparrós y su tropa rindió visita a Cornellà-El Prat para medirse al Espanyol y su precavida táctica no sirvió ante el equipo de Pochettino, uno de los muchos admiradores que tiene por ahí Marcelo Bielsa, que ya es el quinto clasificado con los mismos puntos que el cuarto, el Levante, o sea, que está en zona Champions como aquél que dice.

Sin embargo los pericos, a su vez, claudicaron el martes anterior en la Copa ante el Mirandés, que fue superior tanto en el partido de ida como en el de vuelta, lo mismo que lo había sido antes con el Racing y el Villarreal, otros dos primeras a quien los rojillos de Anduva hicieron morder el polvo como si tal cosa, evidencias palmarias sobre la que ha tomado buena nota Bielsa, pues en Vallecas preservó a hombres importantes pensando en la eliminatoria copera y ha decidido concentrar ahora a sus muchachos, dos datos absolutamente excepcionales que sirven para sublimar la importancia que el técnico argentino otorga a esta confrontación copera y el respeto supremo que declama hacia el Mirandés.

El frenesí de la última semana ha dejado a su vez un poso de incuestionable valor: Caparrós ha encontrado en Mallorca su sitio en el universo futbolístico, porque está claro que su recetario ya no tiene cabida en el Athletic, por si hubiera alguna duda, y que le vaya bonito.

Es cierto que a partir de ahora, sobre todo tras la eficaz victoria ante al Rayo (Fernando Llorente, te queremos, pero no seas puñetero y ¡renueva ya!), todos nos volveremos un poco locos (¿o acaso no somos forofogoitias?) y comenzaremos a soñar en firme con la Liga de Campeones en cuanto ganemos el próximo sábado al Espanyol. Por si acaso, es mejor llegar a la final de Copa, que garantiza de inmediato, por la vía rápida, un puesto para la Liga Europa de la temporada que viene, pues más vale pájaro en mano que ciento volando por esas cabecitas de dios.

Así que cuidadín con el Mirandés, una espléndida demostración de fe, esperanza y determinación, factores clave para interpretar los milagros del fútbol. Y eso es lo que exige Bielsa con sus gestos pretorianos, dado que la superior calidad balompédica del Athletic se da por descontada, como también lo dieron Villarreal, Racing y Espanyol, y así les luce el pelo.

La Copa escancia pasiones y si se toma en ayunas puede causar estragos, y eso ha sucedido en el Real Madrid, cuya parroquia ya celebra las victorias morales sobre el Barça, quién les ha visto y quién les ve, porque han interiorizado y tienen asumida la condición de segundones. El triunfo moral fue tan terapéutico que la hinchada blanca ha perdonado a Mourinho por haber tenido la osadía de ¡poner a los mejores! en el Camp Nou. De perdidos al río, se dijo, que si no de qué, antes de eructar más bilis y esconderse tras Monchito, que así es como le llaman a Karanka.