Cuenta una de las tradiciones de la antigua Universidad de Salamanca que los doctorandos, antes de defender su tesis ante el tribunal, debían encerrarse durante un día entero en la capilla de Santa Bárbara de la catedral vieja. En la cabecera de una tumba de mármol, con la figura yacente del obispo Juan Lucero en relieve, está la silla del doctorando y era costumbre que para inspirarse, los estudiantes apoyaban sus pies en los de la estatua y así pasaban la noche meditando. Nada de eso, imagino, habrá ocurrido esta noche, vísperas de uno de esos partidos en los que el Athletic se juega las monedas de la ilusión y una clasificación para cuartos de final, donde aguarda el Mallorca que acaba de desguazar a la Real Sociedad sin piedad. Pero sí imagino a miles de aficionados rojiblancos en capilla, rogándole a quien les escuche que este año sí, este año el equipo responda a la leyenda que le persigue en la Copa.
No será, contra lo que dicta la clasificación y la talla de los equipos, una tarea fácil echarle al Albacete fuera del camino. Andan los rojiblancos en los últimos tiempos como los viejos playboys de discoteca: mucho tocar pero poco meter, dicho sea con perdón. Lo que quiere decirse es que el equipo ha perdido capacidad para hincarle el diente al muslamen del gol y en la Copa cuentan las guillotinas, no lo valiente que haya sido uno camino del cadalso.
Dicen las noticias que vuelve Fernando Llorente y que el Athletic va a tratarle de tú al Albacete, codeándose con ellos donde haga falta. Bien harán los leones en afrontar el partido con la actitud del desesperado. La terca historia advierte, una y otra vez, que quien ha despreciado las fuerzas de David ha caído de bruces en una competición que se regodea con gestas de ese calibre. Si así ocurre, si el Athletic sale con la lección aprendida, no habrá puerta del carro para los rojiblancos, esa por la que salían los estudiantes salmantinos suspensos, con dos orejas de burro en la frente.