No se por qué me ha venido a la cabeza aquel partido en el que Javier Clemente puso a Loren de defensa central en el desaparecido Atocha, dejando pasmado al personal. Como saben, por aquel jugador de la Real el Athletic pagó 300 millones de entonces (1989), su cláusula de rescisión, cifra récord por un futbolista estatal. Semejante bilbainada desató las iras en el club txuri urdin, aunque seguro que todavía nos los están agradeciendo mientras se ríen por lo bajines, no en vano el Athletic compró verdel a precio de angulas.

Pues aquel día (25 de noviembre de 1992, 12ª jornada liguera) Clemente, con buen ojo, vio en la criatura más verdel que angula, le puso de central, y Loren anuló con un marcaje impecable al reputado goleador irlandés John Aldridge, a quien habían fichado del Liverpool con el dinero de la bilbainada (o más bien fruto de la desesperación). El Athletic ganó (0-1) a la Real con un gol de Luke, Clemente se puso muy contento y el Athletic, que entonces, como ahora, estaba en una situación clasificatoria apurada agarró un triunfo de calidad, por tratarse además de aquel derbi, con las ganas que nos tenían, pero aquel buen hombre, Lorenzo Juarros, entre una cosa (el crack del vecino) y otra (reputado delantero centro degradado a central marcador) no volvió a levantar cabeza.

Son cosillas de la historia rojiblanca que vienen a ilustrar... ¿qué vienen a ilustrar?

Buena pregunta. ¿Quizá los devaneos de Bielsa reconvirtiendo a delanteros en defensas, laterales en extremos, centrocampistas en laterales y lo que te rondaré morena?

¿Tal vez la mala racha que arrastra Fernando Llorente, reñido con el gol? Apuestas a que el mocetón riojano sería un auténtico cacique del área si le ponen de central mientras recupera la inspiración, ¿o no?

¿A lo peor es uno de esos ataques de entrenador que a veces sufren los entrenadores?

O igual nos ha mirado un tuerto malencarado, como entonces decía el inefable Javier Clemente.

Y si no, ¿a qué responden las frías estadísticas, sobre todo las que indican que el Athletic ha dispuesto de más ocasiones de gol que la pasada temporada, sus contrincantes en cambio ha tenido menos y sin embargo solo dos míseros puntos, de quince posibles, adornan el casillero rojiblanco después de enfrentarse a rivales de medio pelo?

Y sobre todo ilustran la inminencia de otro derbi, capaz de convertir una situación mala en pésima, según sea y cómo se dé el resultado.

Pero, ¿acaso la hinchada está alarmada por la situación?

Si nos atenemos a la reacción de San Mamés tras el empate contra el Villarreal, el personal aún flota entre nubes evanescentes, no sé muy bien si porque el personaje en cuestión, Marcelo Bielsa, embelesa por su sinceridad y criterio a la hora de analizar el asunto y exponer la cuestión, pues parece un personaje escapado de uno de esos sugerentes libros de realismo mágico que ha legado la excelsa literatura suramericana.

Sobre todo la afición rojiblanca está aguantando con estoica actitud (prudencia, paciencia y esperanza) el revés de los resultados, como intuyendo que detrás de la propuesta del técnico argentino se larva algo verdaderamente bueno.

No se crean, pero es un buen síntoma. La competición está rara y todavía no conviene fiarse de las apariencias, por muy auténticas que parezcan. No es normal que el Levante, un equipo conducido por Juan Ignacio Martínez, un técnico sin apenas credenciales, y cosido con saldos futbolísticos haya ganado al Real Madrid y ocupe el tercer lugar de la clasificación. O que el Betis, recién ascendido y apretado por la ley concursal, ejerza el mando de la división por encima del inconmensurable Barça, que sin embargo únicamente tiene un punto más que el Real Madrid, que parece hecho unos zorros a causa de dos trompicones consecutivos e inesperados ante el Levante y el Racing.

Tarde o temprano la Liga, la competición de la regularidad, recobrará cierta lógica y José Mourinho podrá seguir ejerciendo de payaso oficial de la Corte por obra y gracia de Florentino Pérez, quien ayer volvió a entregarle su fe absoluta, avisando de paso a las desconcertadas tribus blancas que una siniestra conspiración internacional se cierne sobre el Real Madrid por su causa, y asegurando que fue Tito Vilanova quien metió su ojo derecho en el dedo pulgar del técnico portugués.