La mano del paisajista
El puente del 25 de abril, a la entrada de Lisboa; el serpenteo de la carretera que recorre la Serra de Tramontana, desde Andraitx hasta el faro de Formentor, con un nudo de corbata incluido; la carretera de Yungas, quye une La Paz con Coroico y es conocida, en toda Latino América, como el Camino de la Muerte cuando la niebla cubre su paso por la cordillera; la legendaria Ruta 66, tierra de pasto de las Harley Davidson o la autopista del Karakórum, la más elevada del mundo a 4.700 metros de altitud por encima del nivel del mar. Un dédalo de carreteras, vías y caminos de bien ganada fama marcan el ritmo de los tiempos modernos, donde todo parece pasajero, donde todo está en tránsito. Circular es verbo en presente, uno de los más conjugados en nuestros días. Todo va y todo viene, como diría el poeta. El quid de la cuestión está en cual es la velocidad de crucero.
El anuncio de la apertura de la Supersur, más allá del peaje que ha de pagarse, es el aviso de que Bizkaia quiere jugar en las ligas mayores, entrar en el club de ciudades con un tráfico ordenado y reducir el pandemonium propio de los días de tráfico denso y nublado. Aquel viejo alcalde, tan apreciado por sus convecinos, llamado Tierno Galván dejó dicho que bienvenido sea el caos porque es sinónimo de libertad. Sus palabras no son aplicables al cartesiano mundo del tráfico, donde el más mínimo desorden -un semáforo saltado pocos segundos antes de cambiar, por ejemplo...- acarrea mayúsculas consecuencias.
Es por ello que la Supersur que hoy se abre ante nuestros ojos ha de observarse como un bello espectáculo, una obra de Caspar David Friedrich es el más famoso pintor romático alemán, y uno de los grandes paisajistas de todos los tiempos. Habrá, ¡cómo no ha de haberlo!, voces discrepantes que pongan el grito en el cielo por el precio de los peajes o porque la nueva carretera supone una nueva cicatriz en la dura piel de la madre tierra. Es el precio que ha de pagarse por la civilización. Lo que no es de recibo es que aquellos que se muestren beligerantes por esa catástrofe medioambiental acudan a Bilbao para poner su queja a bordo de un vehículo y por ese mismo camino. No sería la primera vez.