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El loco y los raros

De lo mucho que se está hablando y escribiendo sobre la apasionante figura de Marcelo Bielsa, el nuevo entrenador del Athletic, me quedo con una reflexión acuñada en Chile, donde realizó su última labor profesional y acabó elevado a los altares, a propósito de su elección, despreciando ofertas del Inter o Sevilla. "A Bielsa le sedujo que el Athletic es un club especial, una especie de anacronismo del fútbol con el que el licenciado se siente, por muchos motivos, identificado".

Visto así, un loco dirigiendo a unos raros resulta hasta normal; y lo anormal hubiera sido enrolarse en el campeón italiano por ejemplo, un equipo que forma parte de la aristocracia europea, internacionalmente viste más y desde luego ofrece una paga superior.

Me imagino a Marcelo Bielsa poniéndose obsesivamente al día de nuestra historia, fascinado por las andanzas en América de Lope de Aguirre, también apodado El Loco; o el lustre de Juan de Garay, el vizcaino que fundó Buenos Aires y después se lanzó a la aventura de buscar la mitológica ciudad de los Césares por la inabarcable Patagonia.

A la espera de que la pelota se ponga a rodar de verdad y descubramos el verdadero calado del técnico argentino, lo cierto es que la figurade Bielsa sugiere. Por sus hechos, cuajo, personalidad llena de matices y su determinación absoluta de elegir al Athletic para embarcarse en su nueva experiencia vital, entrenar en Europa, tras la exigua experiencia que tuvo en el Espanyol.

Este tipo de lazos sentimentales sorprenden en el proceloso universo futbolístico, donde lo más lógico es entregarse al mejor postor, sin mayores contemplaciones y, en ocasiones, provocando dolor.

Sucede con el Kun Agüero, que acaba de escenificar un episodio de desafección lacerante hacia el Atlético de Madrid, club del que quiere marcharse porque le da la gana, como si hubiera cola de equipos con 45 millones de euros en la mano dispuestos a pagar lo que vale su cláusula de indemnización. Todavía no ha llegado el guapo que lo compre, pero por si acaso el yerno de Maradona hurga más en la herida abierta entre una afición que hasta ayer le idolatraba afirmando que si se va al Real Madrid, como hizo el mexicano Hugo Sánchez al día siguiente de hacerle la pascua al Athletic en la final de Copa de 1985, no sería una traición porque el Atlético es tan solo la oficina donde trabaja, y no el dueño de su corazón. "No jugaría en el Racing de Avellaneda porque soy de Independiente", añadió para dejar claro su falta de ética, escrúpulos, hasta qué punto le importa un pimiento el Atlético de Madrid y por dónde navegan sus auténticos sentimientos.

Tampoco vamos a sorprendernos demasiado por la catadura del Kun, al fin y al cabo bastante común en el negocio, sobre todo cuando un futbolista se cree más guapo que nadie, ambiciona lucir palmito en un club en consonancia a su alcurnia y a falta de otra argumentación más diplomática y sutil utiliza la bellaquería para forzar su marcha.

Hay otro caso que también llama poderosamente la atención, solo que a la inversa. Se trata de Cesc Fábregas, que proclama su amor por el Barça a los cuatro vientos y sin embargo tampoco tuvo escrúpulo alguno en renovar y ampliar su contrato con el Arsenal para encarecer absurdamente el billete de regreso a la casa madre, de la que en su día escapó por rebeldía y en busca de nuevos horizontes, asunto éste que le ha echado en cara el mismísimo Johan Cruyff.

Lo cierto es que Cesc se enfadó el año pasado porque el Barça no pagó los 50 millones que pedía el club londinense por su traspaso y ahora hace pucheritos porque la entidad blaugrana regatea los 40 millones que supuestamente reclaman por él, teniendo en cuenta que ya no se trata de un jugador estratégico ni fundamental tras la deslumbrante irrupción de Tiago Alcántara.

Ante tanta desafección, ¿no es adorable tener al lado a un loco romántico como Marcelo Bielsa?