Habló el pueblo soberano y eligió a Josu Urrutia nuevo presidente del Athletic tras un proceso electoral un tanto extraño, como extraño ha sido que Fernando García Macua haya podido perder los comicios tras presentar un ejercicio de cuatro años digno de encomio.
Sin embargo, los socios del Athletic, como los del Real Madrid, Barça y Osasuna tienen la valiosa potestad de poder elegir a su máximo dirigente gracias a que allá por 1991, cuando por real decreto se creó las sociedades anónimas deportivas (SAD), una chapuza descomunal según se ha comprobado con el paso del tiempo, el club rojiblanco tenía sus cuentas saneadas.
Conviene recordar ahora lo que parece tan obvio y en cambio es excepcional, cuando el pueblo soberano calibra, eleva su voz, emite su voto y puede decidir, al abrigo de un Jesús Gil, Dimitri Piterman, Ali Syed o cualquier otro turbio personaje con dinero real o de pega que intenta aprovechar la maltrecha coyuntura económica de un club para fomentar su fortuna y alimentar el ego sin escrúpulo alguno, ni apego a unos colores, o sea, que lo mismo se va tan pancho al mes y si te he visto ni me acuerdo, dejando atrás el estropicio subsiguiente.
Por eso sabemos de sobra que tanto Josu Urrutia como Fernando García Macua tienen metido al Athletic en el corazón, y por él sienten y padecen; y de igual forma me imagino ahora al exjugador rojiblanco exultante de alegría por el cargo democráticamente conseguido, comparable en importancia social, si no más, a la Alcaldía de Bilbao o la Diputación de Bizkaia; pero también un tanto acongojado por la responsabilidad contraída, sobre todo, porque hereda una buena coyuntura económica, una plantilla cargada de futuro y la obligación de seguir forjando la historia del legendario club vasco.
Y por lo mismo me imagino a Macua con el amargor de haber sido derrotado en las urnas cuando no había motivos extraordinarios que pudieran llevar al pueblo soberano a ponderar su labor y a la vez aclamar a su contrincante. Es decir, que los dos ganaron, ya que García Macua acrecentó el número de adhesiones con respecto a las elecciones anteriores, pero el presidente será Josu Urrutia.
Para explicar esta paradoja del destino habrá que fijarse en la evidencia, un incremento exponencial en el número de votantes, y también en lo intangible, sustancia conceptual como nuestro estilo, que con tanto ardor defendió el candidato vencedor. Así que Macua, en cierto modo, ha sido víctima de los códigos, esos inescrutables designios del Señor, imponderable que sirve para justificar casi todo y piedra angular, junto a la fe, de toda religión fetén.
Lo cierto es que García Macua tiene que dejar la dirección del Athletic probablemente con el alma doblada, sobre todo porque con el cargo también se van las horas de trabajo desinteresadas en favor del club, lo mismo que las ínfulas, presunción, vanidad y pavoneo de las que ha hecho socialmente gala, y sobre todo la virtualidad de haber pasado a la historia como el presidente bajo cuyo mandato se inauguró San Mames Barria, santo y seña de un porvenir preñado de buenas sensaciones.
Pero García Macua se está marchando con elegancia, sin un reproche hacia su contrincante, sino más bien al contrario, una vez terminada la contienda electoral, lo cual sirve para poner un digno colofón a su singladura rojiblanca.
La figura de García Macua incluso alcanza remembranzas bíblicas porque, al igual que Moisés, se ha quedado en las puertas de la tierra prometida después de currárselo tan duramente, y no hay otra explicación que los designios del Señor...
Sin embargo Macua es, ante todo, un pragmático, y mientras rumia la amarga resaca electoral también madura la creación de una corriente de opinión, más que nada para darle lícito escape y desahogo a su evidente frustración, bajo el epígrafe de ¿Por qué?
¿Por qué he podido perder si he sabido conducir al club hacia una buena situación económica?
¿Por qué los socios me han dado la espalda si dejo una plantilla competitiva y el equipo ha terminado sexto en la clasificación?
¿Por qué... ¿Caparrós quizá?, ¿Acaso debí cambiar antes de peluquero?
¿Por qué, ¡señor,! por qué?