El otro día un periodista estelar de la noche radiofónica sometió a Fernando García Macua a un tercer grado con el objeto de arrancarle el nombre del entrenador, en caso de vencer en las elecciones a la presidencia del Athletic, pero se quedó con las ganas de colgarse la medalla de un exclusiva que tiene perpleja a la afición rojiblanca, harta del juego de las adivinanzas que ambos candidados se traen entre manos.

Especialmente en lo que respecta con Joaquín Caparrós, quien da por hecha su continuidad, mientras su valedor dice que no dice nada y el exjugador Carlos Ruiz, potencial directivo si el abogado repite mandato, reitera: "el nombre del entrenador está escogido y consensuado".

¿Será Caparrós, quizá Puel? ¿será una rosa, quizá un clavel?

García Macua, a su vez hastiado del contumaz periodista y su búsqueda denodada del Espíritu Santo, le dijo: "esto parece como el día de la marmota", y ahí sí que tiene mucha razón el taciturno expresidente.

Como saben, en la película Atrapado en el tiempo, dirigida en 1993 por Harold Ramis, Bill Murray ejerce de hombre del tiempo un tanto arrogante frustrado de la vida de un canal de la televisión de Pittsburgh que acude acompañado de una nueva redactora (Andie MacDowell) a Punxsutawney, un pequeño pueblo de Pennsylvania donde cada 2 de febrero se celebra la Fiesta de la Marmota, de cuyo comportamiento ese día se deduce si el invierno todavía será largo y crudo. De regreso, una tremenda tormenta de nieve retiene a los protagonistas en el lugar, donde cada día que nace se repite lo acontecido el día anterior, hasta que Bill Murray decide involucrarse en las pequeñas historias cotidianas para cambiar el rumbo de los acontecimientos y enamorar a la chica, que no traga a semejante muermo.

Yo me imagino a García Macua y Caparrós tratando fervientemente de convertir Punxsutawney en San Mamés, aquel 2 de febrero en el 15 de mayo y el partido Athletic-Málaga en el día de la marmota, a la espera de un enorme vendaval con capacidad mágica para transformar el curso de los acontecimientos rojiblancos.

Como saben, aquella jornada se disputó el último partido de la temporada en San Mamés y el conjunto bilbaino se enfrentó al Málaga, un rival que a duras penas pudo salvarse del descenso gracias a la magnificencia y las inversiones realizadas en el mercado de invierno por su nuevo amo y señor, el jeque qatarí Abdullah Bin-Nasser Al-Thani. En aquel partido, Recio adelantó al Málaga, Iraizoz evitó otro gol de Baptista con una gran parada poco antes del descanso. En la segunda parte, Demichelis fue expulsado por un penalti cometido sobre Fernando Llorente, que David López estrelló contra el larguero, con tal fortuna que el balón golpeó en las manos de Eliseu, y el árbitro de marras volvió a señalar penalti, que esta vez sí ejecutó con tino el centrocampista riojano.

Con un jugador de menos, el Málaga reaccionó y creció en intensidad en pos de la victoria, acomplejando al Athletic y a Caparrós, que en vez de realizar cambios para reactivar y dotar a su equipo de un perfil más ofensivo lanzó señales inequívocas de miedo ("¡clasificación, amigo"!), sacó a relucir sus mejores galas de amarrategi y, en día tan señalado, terminó por desquiciar al personal, que no perdonó una despedida, cierre y entrada triunfal en Europa marcada a fuego por un estilo mezquino de concebir el fútbol y lo que te rondaré morena si ambos dos, Macua y Caparrós, siguen al frente de la nave otros cuatro largos inviernos.

De repente, toda la campaña, una gestión bastante buena, se fueron al traste en noventa minutos, suficientes para condensar una filosofía estéril y desbordada por la positiva evolución del equipo, que demanda otra concepción del juego para seguir creciendo en eficacia y espectáculo.

De haber ganado el Athletic con suficiencia; de haber jugado Caparrós sus cartas con ambición, de haber incluso empatado el Athletic ofreciendo una imagen de equipo ganador, aquel partido no habría terminado entre silbidos de la afición, ni nadie hubiera cuestionado el éxito de la temporada y, en consecuencia, tampoco se le habría ocurrido por razones obvias a Josu Urrutia saltar al ruedo para postularse y proponer otro Athletic, más consecuente con su calidad y para tratar que esos dos perlas de ahí arriba sigan jugando con tanta soltura y donaire como han hecho en Dinamarca.

Pero el tiempo no se detuvo en Punxsutawney, ni tampoco pudo ser la vuelta atrás, y la marmota anunció frío y nieve en pleno verano.