Hace una semana José Mourinho salió de su mutismo esotérico para hablar a través de un vídeo grabado, que fue emitido por Real Madrid TV, de "ética, fair-play y respeto por el adversario", "principios que esta temporada algunos profesionales del fútbol (los de Barça) y algunas instituciones (la UEFA) han olvidado y que debe ser la base de un deporte como el nuestro".
Escuchado el mensaje y repuesto del pasmo provocado por tan enorme ejercicio de cinismo me acordé de Bin Laden y sus fatwas a través de Al Jazeera, Kaláshnikov en mano, y luego me imaginé a Florentino Pérez bailando en plan Salomé la danza de los siete velos mientras entregaba al técnico portugués la cabeza de Jorge Valdano en bandeja de plata.
La siguiente aparición fantasmal de Jose Mourinho se produjo a través de sir Alex Ferguson, quien pidió consejo a su antiguo rival sobre cómo desactivar al Barça en la final de Wembley. Visto y comprobado el resultado del encuentro, y sobre todo el cómo se produjo, cabe suponer que Mou le tomó el pelo a su venerable colega, o bien al contrario, conociendo la perversidad del portugués sir Alex hizo lo contrario a lo sugerido, aunque encomendarse al diablo tampoco desentona tratándose de los reds devils, el gran desafío del fútbol europeo y el insondable pánico que provoca el Barça.
En las semifinales, Mourinho pidió a sus muchachos que utilizaran la violencia al límite de lo permisible y más allá para cortar por lo sano el sinfónico juego azulgrana. En la final, todavía está por descubrir qué pudo decirles Ferguson para acojonar de aquella manera a sus muchachos, que corrieron como pollos sin cabeza, y sin embargo apenas dieron una patada ni por equivocación.
Los medios de comunicación de todo el mundo se deshacen en elogios hasta el empalago hacia el juego del Barça, y para zanjar la desmesura que ha desencadenado el acontecimiento futbolístico lo mejor es recurrir a un argentino ilustrado, que cuentan tan lindo las cosas. Descartado Jorge Valdano, que está sin cabeza, recurro a su cuate Ángel Cappa, de la misma escuela dialéctica y conceptual, que ayer escribió al respecto: "El Barcelona es el fútbol; es la expresión más perfecta y acabada de la esencia de este juego".
¡Y punto! (salvo para imaginar a Mourinho comiéndose los higadillos de purita envidia, metido en la espectral cueva donde graba esos siniestros vídeos junto a Florentino, que sigue moviendo el vientre con la danza de los siete velos...).
Soslayado el último acto futbolístico de la temporada y su enorme repercusión mediática, el balón queda conveniente aparcado hasta nueva orden, pero no así sus circunstancias, y las circunstancias son, por ejemplo, el proceso electoral a la presidencia del Athletic que comienza a exprimir su jugo, conocido que Fernando García Macua al fin se decidió a dar la fecha: 7 de julio, cuatro días antes de que la plantilla regrese a los entrenamientos para planificar la próxima temporada, pero antes de la vendimia.
Como la obcecación de Macua en ocultar al conocimiento público la fecha de los comicios no se debía a razón alguna de calendario, habrá que imaginar que es fruto de un misterio insondable, o algo mucho más prosaico y egoísta: la pitada de San Mamés a Caparrós tras el empate ante el Málaga, que probablemente ha alterado sus planes de futuro, y su empeño en concurrir al proceso con la inauguración de algún pantano, o en su defecto la ampliación del contrato a Fernando Llorente, que le ha dado públicas calabazas, una baza electoral que habría cerrado el círculo a su encomiable gestión.
También ha sorprendido la clara determinación de Joaquín Caparrós a seguir por más tiempo en el Athletic, más que nada porque no ha encontrado algo mejor por ahí, uniendo su destino a Macua, para quien ha pedido públicamente el voto y de quien a la hora de la verdad, del compromiso claro y consecuente, no tiene la recíproca ¿o sí?
Por no saber, aun no se sabe si Macua se presenta a la reelección, lo cual tiene bemoles. En cambio sí lo ha hecho su contrincante, Josu Urrutia, lanzando sugerentes mensajes sin decir casi nada: una presentación austera, sentido colectivo de la gestión en vez de presidencialista y 25 años en el Athletic, o sea, que sabe de sobra de qué va el tema.