bielorrusia va camino de ser el primer país europeo del siglo XXI que corre peligro de "desaparición por dictadura". Y es que entre las insuficiencias político-económicas y las desbocadas ambiciones personales de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, este país está a un paso de ser absorbido por Rusia.
Lukashenko era ya figura política en la desaparecida y URSS y de aquella época guardó la concepción estalinista del poder. No tolera una oposición interna (sus líderes acaban en la cárcel o sufren "trágicos accidentes"), ni una crítica externa -hace poco llamó "macho cabrío" al presidente de la Comisión Europea, Barroso, por haber criticado la falta de libertades política en Bielorrusia-, ni los imperativos objetivos de la economía. En la Bielorrusia de Lukashenko solamente sucede lo que le conviene a Lukashenko.
En primer lugar y desde los primeros tiempos después de la desaparición de la URSS, Minsk tiene una fuerte vinculación a Moscú, porque de los Gobiernos rusos llegaban los escasos créditos que obtiene Bielorrusia y de la benevolencia moscovita depende que el país pueda comprar gas y petróleo rusos a costos muy por debajo del precio mundial de estos dos productos.
Además, si algún porvenir puede tener la economía bielorrusa bajo las premisas actuales, este se hallaría en un mini-mercado común formado por el Kazajistán, Rusia y la misma Bielorrusia. Pero, al igual que el precio del gas y petróleo que compra, la realización o no de ese mercado depende exclusivamente de la voluntad del Gobierno ruso.
Por último, la horripilante planificación de la economía nacional ha llevado al Gobierno de Minsk a no encontrar acreedores en el mundo capitalista y solamente un crédito urgente del orden de los tres mil millones de dólares podría salvar ahora al país de una bancarrota total. Y eso es mucho dinero para la Rusia de hoy. Para hacerse una idea de la decrepitud económica del país, basta indicar que mientras el Banco Nacional mantiene, a usanza estalinista, una paridad ficticia del rublo bielorruso con el euro y el dólar, en el mercado negro se pueden obtener 160.000 rublos nacionales a cambio de 20 euros…
Pero la concesión de semejante empréstito está en el aire. Porque Putin y Medvedev no saben aún si sería un buen negocio político dejar que desaparezca Bielorrusia por quiebra total para acabar incorporándola a Rusia. Tal unión la aceptarían seguramente los súbditos de Lukashenko que llevan ya muchos lustros comulgando con ruedas de molino tanto políticas como de economía dirigida. Los problemas estarían en la incorporación de un territorio con casi 10.000.000 de habitantes que carece de industrias y tecnologías competitivas en el mercado internacional y que además arrastra una pésima moral laboral.
Por último - y este sería el menor de los problemas - una fusión ruso-bielorrusa presupondría la desaparición político del propio Lukashenko. Porque las ambiciones de este no sólo son ilimitadas sino que su comprensión de lo factible linda la demencia. En Rusia todo el mundo político se acuerda aún de las maniobras emprendidas por Lukashenko en los últimos años del mandato de Boris Yeltsin para encabezar un golpe de Estado de los comunistas rusos y crear una gran nación ruso-bielorrusa presidida por Alexander Lukashenko.