Los jugadores de la Real Sociedad se marcharon de San Mamés con la cabeza bien alta, satisfechos por su entrega en favor de unos colores y el derroche de energía en pos de una victoria que brindar a su paciente afición. La prensa donostiarra abundó en el tema y descargó en el árbitro sus frustraciones (el famoso Villarato, que lo mismo sirve para un desplante aquí que un atropello allá) obviando, claro está, los errores del trencilla contra el bando rojiblanco. Martín Lasarte (¡saca el machete...! le recuerdan aún en A Coruña, donde jugó a comienzos de los noventa) se mostró "orgulloso" de sus muchachos y sólo lamentó la "falta de pegada" del equipo, y eso que el Athletic, como en Anoeta, le volvió a prestar un gol a modo de bienvenida.

Así que la Real regresó a casa derrotada, pero interiormente reconfortada, que es lo que cuenta para ir al cielo; convencida de estar saliendo del negro pozo al que se precipitó cuando hace dos meses se puso en disposición de luchar por una plaza europea, se le subió el pavo y se olvidó de su condición de recién ascendido, cualidad que requiere sigilo, prudencia y buena dosis de modestia.

El derbi ha regresado a San Mamés después de cuatro años de ausencia, y es una buena nueva tener a los primos de visita, y contentos, aunque no exultantes, porque después de sumar cuatro de los últimos 27 puntos disputados le vieron las orejas al lobo, y eso de caer por la mínima en casa del quinto clasificado, y discutiéndole el triunfo, da moral para afrontar la recta final de la Liga.

Y del bando bilbaino, qué contar que ustedes no sepan. Juega mal, pero gana. Se comporta como un equipo anárquico y, a falta de un plan conciso y trabajado, fue capaz de superar otra prueba de fuego en base a un portero como Raúl, que en su debut oficial con el Athletic ofreció un recital de temple, aplomo e intuición en las jugadas decisivas, para pasmo del personal, que intuía lo peor ante la presencia de un neófito en un encuentro tan eléctrico y cargado de simbolismos. Hubo sobre todo suerte, mucho esfuerzo y alguna muestra de calidad, pues sujetos tiene (Muniain, Fernando Llorente...) para llevarla a cabo, y más veces. Sobre todo si hubiera un estilo alternativo al pelotazo.

Sigo teniendo la sensación de que el Athletic está en crisis, a pesar de lo que indica la clasificación, y que a Joaquín Caparrós se le ha escapado el control de la situación. Le ocurrió algo parecido en su queridísimo Sevilla, equipo al que sacó de pobre y le colocó entre la alta burguesía. Puso las bases de un proyecto que eclosionó en su máxima grandeza sin él, cuando se marchó para enrolarse en el Deportivo y Juande Ramos tomó las riendas de la plantilla en la campaña 2005-06 forjando la mejor historia del sevillismo.

A falta de datos, puede que García Macua tenga dudas sobre la fecha de caducidad de Caparrós para anunciar de una vez que se presenta a la reelección, y con quién, para convocar además los pertinentes comicios, más que nada para saber si también hay competencia y que el socio pueda implicarse en el debate.

Me parece que esta duda corroe al presidente rojiblanco, por lo demás encantado de la vida de como van las cosas, y de haberse conocido, y tan seguro de la tierra que pisa que contempla San Mamés como un caserío de su propiedad. Macua expulsó del antepalco catedralicio a dos redactores de DEIA impidiéndoles hacer su trabajo molesto, según justificó, por no haber salido una foto suya en los ecos sociales del periódico, ¡madre del amor hermoso!

Mal asunto dejarse llevar de un ramalazo autoritario; por un acto de pueril venganza rayano en lo ridículo si no fuera porque se trata del presidente electo del Athletic, que no propietario, ¿o la noche y el éxito también le confunden?

Macua se hace de rogar y duda, salvo para decir aquí mando yo y tu de vas porque yo lo digo a un medio de comunicación, demostrando un grado tremendo de intolerancia.

Se fue el derbi dejando buen sabor de boca. La meta europea está al alcance de la mano, sobre todo si el próximo lunes el Athletic es capaz de aprovechar el franco declive que muestra el Espanyol para puntuar en su estadio.

A la espera de acontecimientos, el Real Madrid-Barça vuelve a concitar todas las miradas del orbe en vísperas de la tercera edición de un duelo abrasador, el definitivo, el que abrirá las puertas de la gran final de la Liga de Campeones a uno u otro contendiente, dejando al otro contendiente absolutamente postrado y doliente, porque así de maximalistas son estos duelos en la cumbre futbolística mundial.

Ahora, Pep Guardiola se ha disfrazado de corderillo pascual y concede al Madrid el papel de favorito. Lo dice destilando esa fina ironía de quien espera una venganza feroz.