Hay que ponderar en lo que se merece el temple de la afición osasunista, que no saltó en tropel cuando el pícaro Muniain movió su cintura con sutileza propiciando el tremendo choque entre Nelson, que perdió por eso el equilibrio, y el portero rojillo Ricardo, que acudió al lugar como un poseso, al parecer afectado de un ataque de locura transitoria. A resultas de tan asombroso incidente, el balón quedó manso a los pies del menudo centrocampista y éste lo mandó con temple dentro de la portería de Osasuna, convirtiendo el más horrible de los partidos vistos en mucho tiempo por el aquí escribiente en una fiesta sanferminera celebrada con lógico jolgorio por los navarros rojiblancos, claro está, que son tropel.
Muniain se puso la mano junto a la oreja en un grosero desaire a la hinchada rojilla que casi le cuesta la salud, pues Kike Sola corrió hasta él con ganas de comérselo crudo, y si ahí no hubo más sangre que la de Carlos Gurpegi fue porque Dios no quiso.
Tal y como estaba el patio en el Reyno de Navarra era lo que le faltaba a la masa encabronada: que fuera precisamente Muniain, desafecto arrabalero y traidor confeso, quien les tocara la gaita y en el último minuto, con lo que duele, y más después de una triquiñuela de rufián que puso un inesperado epílogo al retorcido partido, y más aún como estandarte del Athletic, especie de ogro implacable que se lleva a los hijos de la tierra, será posible.
Tal y como estaba el patio Muniain cayó en la cuenta de sus inadecuado gesto, bajó los brazos, recobró el rostro parvulario y seguro que asimiló raudo y veloz otra lección sobre el mundo en el que se ha metido, hermosamente pasional, pero también zafio, intempestivo y proclive a la bellaquería.
Por mucho que le grite el pueblo hostil él tiene que ir a lo suyo, o sea, a jugar al fútbol, y humillar la testuz si le gritan, pues era consciente de que sus palabras habían irritado al personal osasunista, mayormente por su condición de navarro, y porque el hincha es así de primario.
Dicho lo cual es justo y conveniente cantar también las verdades del barquero. Que todo jugador navarro, osasunista o no, tiene como meta fichar por el Athletic, más que nada para crecer en el escalafón futbolístico y sobre todo ganar más pasta, que es de lo que se trata. Y que recuerde también el demagogo Patxi Izco que cuando Osasuna estuvo con el agua al cuello a finales de los noventa su antecesor, Javier Miranda, pidió sopitas al club vizcaino y recibió la ayuda conveniente; y que recuerde también los pingües negocios que ha hecho, como también los hace la Real Sociedad, a costa de las urgencias bilbainas; y en último caso, que tome nota de lo más evidente: el Athletic es, o aspira a serlo por filosofía y vocación, la selección de Euskadi, Nafarroa incluida, naturalmente.
Por fortuna Muniain aprende pronto. Comenzó su apasionante aventura en el Athletic tirándose al menor soplo al suelo, predisposición que incomoda a la grey arbitral por incitar al engaño, y rectificó. Luego fue creciendo vertiginosamente mostrando genio, casta y clase. Se ha vuelto imprescindible en el Athletic. Una joya, un alquimista capaz de convertir un partido horrendo en oro puro, pues sin duda los puntos sumados ayer, por inesperados y ganados de aquella manera, son un tesoro a estas alturas de la carrera, cuando la meta está cerca, el objetivo de Europa al alcance de la mano y sin embargo el Athletic ofrece signos alarmantes de naufragio.
Chocó Gurpegi (qué mala suerte la suya) contra Monreal y salió del partido a los cuatro minutos. ¿Y que hizo Caparrós?, pues sacar a un futbolista de prestaciones radicalmente distintas, como es David López, y mira por dónde que de tamaña contradicción surgió, hacia el minuto 69, la única jugada digna de contar en los paradigmas del buen fútbol: un templado centro por la derecha hacia la cabeza del desangelado Fernando Llorente que éste transformó en el empate, corrigiendo radicalmente el rumbo del encuentro y acabando con cinco partidos de desencuentro con el gol.
Así que Caparrós está más contento que unas pascuas porque hasta el desdichado percance de Gurpegi terminó aliado con su suerte, como la postrera astucia de Muniain. Encima perdió el Sevilla, y el Mallorca; y para colmo de bienes Espanyol y Atlético van y empatan. Auténtica conjunción astral.