En un fin de semana hueco de emociones futbolísticas, dos sucedidos han colmado mi capacidad de asombro. El primero ocurrió el pasado sábado, con la manifestación respaldada por Izquierda Unida. Con tres lemas en su frontispicio, Por la emancipación de los pueblos árabes, Ni dictadores ni imperialismo, no a la guerra, se exigía el cese de la intervención internacional contra Gadafi. Teniendo en cuenta que el tirano libio, protegido por un poderoso, bien pagado y mejor armado ejército, tenía todas las de ganar y había prometido en un discurso memorable cortarles los cojones a los rebeldes, la opción recomendada por los estrategas de IU no era otra que la de Alá proveerá, dejando en sus insondables designios la suerte del conflicto.

Y también las vidas y haciendas de los levantiscos libios, como si IU y demás demandantes de paz y amor hermano propusieran la resignación cristiana, o musulmana, con lo ateos que son, como antídoto a una pelea desigual en virtud de las armas, que no de la razón, contra un déspota caprichoso, vengativo y muy cabrón.

De ahí mi asombro por la manifestación de marras. Para una vez que los pepinos de la OTAN tienen sentido humanitario van los de IU, con Gaspar Llamazares al frente, se ponen dignos y claman en su contra. ¿Será cosa del subconsciente marxista, cuando Gadafi, con aquella pinta de hippy trasnochado caía tan bien por desafiar al poder estadounidense, fomentando el terrorismo internacional, antes de dedicarse a la buena vida en su haima con aire acondicionado escoltada por una cohorte de estupendas amazonas mientras al pueblo le daba candela?

La caída del dictador, preámbulo de la libertad y de la democracia en una zona marcadamente tribal, es lo que la ciudadanía demanda a gritos, asunto que ha quedado meridianamente claro con el escasísimo eco que ha tenido la convocatoria de IU.

Gadafi ha malcriado unos hijos a su imagen y semejanza, es decir, gamberros y antojadizos. Uno de ellos, Al-Saadi, le dijo: papá quiero ser futbolista. Y a fe que lo consiguió, no en vano el vástago en cuestión ha pasado por mérito incuestionable a los anales del balompié mundial.

Por un lado, se hizo un hueco en el consejo de administración del Juventus adquiriendo el 7,5% de sus acciones, aunque al principio le pidió a papá Muamar que lo comprara enterito, solo para él. Con 27 años decidió enrolarse en la Serie A del Calcio, y estuvo en el Perugia, Udinese y Sampdoria, naturalmente pagando una fortuna y, aunque apenas llegó a jugar un puñado de minutos en tres años, consiguió dar positivo por nandrolona cuando calentaba banquillo en el Perugia, un hecho sin duda insólito. Sin embargo, la criatura no se vino abajo, pues así tuvo tiempo de organizar mejor las más famosas fiestas de la comarca, como pudo atestiguar Javier de Pedro, aquel excentrocampista de la Real, que coincidió con Ál-Saadi en el Perugia. "Mandó fletar un avión privado únicamente para traer arena desde Libia", recuerda, para ambientar como merecía el guateque.

Antes de enrolarse en su aventura italiana, Al-Saadi, dueño del Al-Ittihad de Trípoli, por decreto máximo goleador de la Liga libia, presidente de la Federación de Fútbol de su país e internacional incuestionable, llegó a pagar 300.000 euros por disputar en abril de 2003 un partido de entrenamiento en el Camp Nou, ejerciendo de sparring del Barça.

Tiene razón IU: la criatura puede perder sus derechos si la OTAN sigue por ahí a misilazo limpio.

El otro sucedido me lleva a la risa, y es la amenaza de cierre patronal para la próxima jornada liguera, enorme ejercicio demagógico capitaneado (un decir) por José Luis Astiazaran, aquel avezado presidente que llevó a la ruina a la Real Sociedad, club hasta entonces ejemplo de gestión. Como saben, la LFP se opuso a la huelga planteada en enero por los jugadores argumentando que no había fechas. Ahora, en cambio, para los jefes sí las hay, pero descoyuntando el calendario, prolongando el campeonato hasta el 12 de junio y alterando todo el tinglado de intereses creados, preferentemente por el Barça y el Madrid, que quieren acabar con el partido televisado en abierto para ampliar el negocio. Eso sí. De la ingente deuda, ni palabra.