preguntada Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, sobre el estilo Mourinho, la lideresa del PP contestó así de rotunda: "Sensacional. Soy de Mou hasta la muerte". En el Santiago Bernabéu cuelgan pancartas con el siguiente mensaje: "Con Mourinho hasta la muerte"; y al mismo tiempo, en el resto de los estadios, se corea: "¡Mourinho muéreteee...".

"Defender al Madrid de lo que creemos es injusto y denunciar esas irregularidades también es madridismo, y eso es lo que hace nuestro entrenador", dijo Florentino Pérez, alias el Ser Superior, el pasado sábado en la página web del club blanco, cerrando así filas sobre The Special One, su último dislate y todos los demás, es decir, que el Real Madrid está siendo víctima de una perversa conjura, urdida supuestamente por Villar, que controla a los árbitros, y por los programadores televisivos, empeñados en perjudicar al Real Madrid, y por todos los demás seres vivientes, que por decir verdades como puños le tienen tiña a técnico luso, por eso le cantan por doquier: "¡Mourinho muéreteee...!".

Desde que el Real Madrid no se come un colín y sobre todo desde que está Mourinho, el Estado español ha experimentado un cambio sociológico sorprendente: el club blanco se ha convertido en la víctima oficial del sistema y como tal reacciona con aires insurgentes. Así que Florentino ha convocado a todas las tribus madridistas repartidas por el mundo y al grito de "¡a muerte con Mourinho!" cierra filas en torno al vilipendiado entrenador, quejica descomunal para el resto de la humanidad y sin embargo ungido como mártir oficial de la causa blanca.

A Fidel Castro, por ejemplo, el cuento del contubernio imperialista aún le sirve como coartada. ¡Y han pasado cincuenta años!

Es curioso el fenómeno. Hasta que Johan Cruyff cambió el sino del Barça insuflándole un estilo de juego fascinante y seductor, que ha alcanzado con Pep Guardiola su plenitud, y sobre todo le dotara de una mentalidad ganadora, en el escudo azulgrada estaba grabado a fuego el el aquest any tampoc, prueba evidente del fatalismo asumido, para más gloria y títulos del Madrid.

Pero la coyuntura se ha invertido, y esta es, sin duda, la gran aportación a la historia futbolística de Mou: si no puedes con tu enemigo, reza en familia por tus desdichas. Convoca a las bestias del averno, miente como bellaco y móntate una teoría conspirativa, aunque tenga música de sainete. Convencido de que las penas con pan son menos, y que no puede despedirle así por las buenas después de empeñar honor y patrimonio en el sujeto, Florentino Pérez, y hasta doña Espe, se han sumado a la teoría persecutoria; teoría que en Mou toma formas de obsesión enfermiza. Vive en una urbanización exclusiva y excluyente de Madrid, fuertemente vigilada, y de ella, según reconoce, solo sale por necesidad laboral, y cuando lo hace, lo hace con sus escoltas. Las pasadas vacaciones de Navidad las celebró, dijo, en Nueva York porque allí The Special One es una criaturilla más de aquel inmenso crisol humano. Al parecer, Mou ve fantasmas por todos los lados, salvo en la Gran Manzana.

Así las cosas, con la Liga enfilando su recta final y el indestructible Barça allá, a siete puntos de distancia; rendido a la evidencia del fracaso y cuando había proclamado públicamente su determinación a regalar el campeonato a su rival, entregado en derrota a las fuerzas oscuras del sistema, van los chicos de Pep, empatan en Sevilla y la pifian.

O sea, que el Barça solo está a cinco puntos de distancia, los voceros del madridismo reaccionan, vuelven a proclamar ¡aún hay Liga! y todo el entramado conspirativo urdido por Mou para esconder su manifiesta incapacidad se derrumba de nuevo.

Para más inri, resulta que el trencilla del Sevilla-Barça anuló un fantástico gol a Messi de lanzamiento de falta; y pasó por alto un penalti de Jesusito Navas sobre Bojan como una catedral. El trencilla de marras es Pérez Lasa, a quien Mou incluyó entre los agentes activos del contubernio por un error puntual que al parecer cometió en el Almería-Real Madrid. Pérez Lasa no pertenece a la secta. Simplemente es así de malo.

El panorama es desolador para Mou, pues ahora el Barça tiene que perder dos partidos, uno de ellos necesariamente en el Bernabéu, y el Madrid ganar absolutamente todo, Barça incluido. Con lo bien que estaba Mou viviendo del victimismo plañidero, consentido y complaciente.