Hombres de poca fe, decía y repetía Joaquín Caparrós: el Athletic no está en crisis, simplemente tiene una mala racha, y una mala racha la tiene cualquiera. Argumentar semejante letanía después de perder en Zaragoza de aquella manera y sumar cuatro derrotas consecutivas, acabó por cabrear al personal, que ya estaba crecido con lo bien que chutaba el Athletic y ahora se veía en tierra de nadie, o sea, sin razones para el goce o la pasión en lontananza, que es lo que peor que le puede ocurrir a un hincha.

Se parecía Caparrós el mismísimo José Luis Rodríguez Zapatero en su lamentable pretensión por ocultar la galopante recesión económica y encima venía el Sevilla a San Mamés, y con él los malos recuerdos de anteriores derrotas ligueras, aunque también se coló de rondón aquel glorioso día copero, cuando José María Del Nido, presidente del club andaluz, alardeó de que se iba a comer del león hasta el rabo. Frase muy celebrada por la parroquia bilbaina, ya que alentó la imaginación del personal, dando lugar a todo tipo de chanzas y equívocos, sobre todo el Athletic cuajó el partido más redondo y celebrado en muchísimo tiempo.

Pues bien. Terminada la refriega de ayer, un encuentro clave alimentado de incertidumbre, miedos y malos presagios; concluido un choque disputado entre dos equipos igualados a puntos, desconfianza y aspiraciones resulta que de crisis nada de nada. Porque si hace cinco jornadas, después en engarzar cuatro victorias consecutivas y antes de cruzar la mala racha de las cuatro derrotas, el Athletic estaba quinto, ahora también lo está. Si entonces tenía por delante al Villarreal y la Champions a ocho puntos; ahora vuelve a tener por delante al Villarreal, y a sólo nueve puntos y parecía que se había perdido la esperanza con el zafarrancho.

Ya lo decía Caparrós: Crisis, ¿qué crisis, hombres de poca fe? y resulta que tenía más razón que un santo. Es como si para el Athletic la Liga hubiera atravesado por un agujero negro. Simplemente una pesadilla. Dicho de otra forma: nada pasó. Porque si el Athletic no se movió del sitio con tanta desgracia y tampoco está para lanzar cohetes, el resto de la división (salvo el inconmensurable Barça) no sabe ni tirar petardos.

¿Y qué dice ahora Caparrós? Pues que el Athletic tuvo la fortuna que le faltó otras veces, verbigracia en el Sánchez Pizjuán, durante el partido de ida, cuando el árbitro Clos Gómez se inventó un penalti en contra, entre otras felonías, y acabó desquiciando a la tropa rojiblanca. Entonces el técnico utrerano no dijo ni palabra sobre el malhadado trencilla, pues al fin y al cabo perdió contra su equipo del alma, y ahora tampoco, pues en cumplimiento del deber le cortó las alas a su queridísimo Sevilla. Así que tampoco celebró como se merece los goles del Athletic, aunque de súbito se encendió el anuncio lumínico que recorre las bandas del campo de juego mostrando el rostro jacarandoso de Joaquín pregonando las ventajas de la BBK y, paradójicamente, de forma subliminal, aparentando felicidad por la victoria bilbaina, aunque probablemente estaba preso de sentimientos contradictorios.

"No se puede tener tanta desgracia en un partido", clamó por su parte Gregorio Manzano, técnico del equipo rival, para justificar la derrota, y en parte tiene razón: inescrutables, pero justos, son los designios del Señor. En el Sánchez Pizjuán utilizó cuan marioneta al árbitro para desquiciar al Athletic, pero en San Mamés viró por caminos intrincados para equilibrar el asunto con templanza, condenando a Fazio a marcar en propia puerta y luego confundiendo a Escudé, que cometió sobre De Marcos un penalti tan absurdo como definitivo para condensar el sino del partido. Además se lesionó Negredo, por arremeter como carnero en celo contra la cabeza de Iraola, y después su goleador, Luis Fabiano, también acabó lastimado cuando el Sevilla buscaba con desespero el empate. Para equilibrar el asunto, entiendo yo, se llevó a nuestro lehendakari Toquero, qué desgracia, y como a lo peor se pasó de la raya buscando el equilibrio divino no se le ocurrió otra cosa que poner una nota de humor cubriendo la lastimada cabeza de Iraola al modo carnavalesco, pues parecía tocado con un gorro pitufo, amén de iluminarle en el lanzamiento de la pena máxima. En fin, Caparrós salió ganando (¿y perdiendo?) por un lado y el otro porque, razón tenía, no hubo crisis, sino mala racha, el Athletic supera a su amado Sevilla en puntos y golaverage, y retoma el sueño europeo cuando se barruntaba lo peor.