Especuladores. La tensión geo-política que vive el norte de África está siendo incentivada por el deseo de una mayor libertad, pero también por un abusivo encarecimiento de productos básicos para la alimentación de una población empobrecida. Las potencias occidentales y las organizaciones internacionales alientan la revolución desde postulados democráticos, mientras se muestran permisivos ante la política especulativa en el mercado petrolero que, amparándose en una supuesta carestía, ha disparado exponencialmente el precio del crudo y este, a su vez, el de los carburantes, aunque la intensidad de la subida no es igual entre los países europeos, siendo España uno de los más inflacionistas.

Resulta evidente la incapacidad de algunos gobiernos para contener esta escalada de precios en los carburantes que, y esto es lo importante, no está justificada por la escasez de petróleo, ya que la capacidad de producción es superior al crudo que se pone diariamente en el mercado. De hecho, Arabia Saudí ya ha anunciado un aumento de su producción para contrarrestar un posible desabastecimiento desde los pozos de Libia.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el petróleo que se está extrayendo ahora, con un importante recargo en su precio, tardará mucho en llegar a su destino, lo que no es obstáculo para que las refinerías y los distribuidores suban el precio de los carburantes de forma casi automática. Tendencia que no ocurre en sentido contrario, cuando se alivian las tensiones geo-políticas y baja el precio del crudo.

En este caótico escenario, los últimos datos del Boletín Petrolero de la Unión Europea revelan que, desde el pasado 24 de enero -cuando arreciaba la revuelta árabe en Túnez y Egipto- la subida de los combustibles en el mercado español ha sido especialmente virulenta, donde han subido un 1,06%, frente a un encarecimiento del 0,26% en la UE y un anecdótico 0,02% en la zona euro. Incluso hay países europeos donde los precios han bajado este último mes, como es el caso de Alemania (-0,95%), Grecia (-0,93%) o Francia (-0,03%). Es decir, en mejor de los casos, el aumento del carburante español es cuatro veces superior a la media europea.

Las consecuencias no se han hecho esperar y el Gobierno Zapatero nos ha regalado esta semana una nueva medida con fuerte eco mediático, que no deja de ser un nuevo maquillaje cosmético, tal es el caso de la nueva velocidad de ahorro en las autopistas, reduciéndola a 110 kilómetros por hora y argumentando que se ahorrará un 15% del combustible o, lo que es igual, unos 1.400 millones de euros al año. Está por comprobar la eficacia de tal medida, ya que otras fuentes y expertos ponen en duda tales cifras y señalan que no se reducirá la factura energética.

Parece lógico pensar que, lejos de propiciar debates mediáticos sobre la eficacia de medidas cosméticas, el Gobierno de Zapatero debería buscar la fórmula para impedir la especulación de precios en productos estratégicos como son los carburantes. La preocupación y dedicación gubernamental en temas tan sensibles para la ciudadanía como la reforma del mercado laboral, ineficaz hasta la fecha, la congelación de las pensiones, la reducción de los salarios de los funcionarios, el aumento de la edad de jubilación y el número de años para calcular la pensión a cobrar o la reducción del gasto público con cargo al bienestar social no se proyectan de igual forma a la hora de controlar el mercado de las gasolinas.

Resulta patético comprobar hasta qué punto la economía española está en manos de quien, después de haber negado la crisis y proceder a las reformas obligado por la UE, ahora se permite el lujo de decir a Rajoy en pleno debate parlamentario sobre economía que "hoy no es un día que tenga ganas de discutir con usted. Hoy es 23 de febrero". Pero, ¿realmente es esta la gran preocupación de la ciudadanía? Obsérvese que el objetivo del recordatorio mediático del golpe de Estado de hace 30 años no reside en despejar las dudas que legítimamente pueden o podemos tener muchas personas, si no en conmemorar el fracaso de la asonada y realzar la figura y el protagonismo del Borbón como el gran artífice del citado fracaso.

Dejemos a un lado el 23-F y, para ir terminando, centrémonos en lo que realmente preocupa: el futuro económico, porque esta pasada semana se ha entonado el réquiem por una empresa emblemática para la economía vasca, como es el caso de Babcock Power, la histórica productora de bienes de equipo, ubicada en Trapagaran y otrora conocida como Babcock Wilcox, que, después de años de vicisitudes y especulaciones desde que fuera privatizada en el año 2001, acaba de anunciar un ERE de extinción de contratos que significa el final definitiva de esta empresa, muchos de cuyos trabajadores -180 personas- pasarán a engrosar las cifras del paro.

Frente a esta situación, el tradicional silencio de Ajuria Enea se ha roto con la declaración del consejero de Industria, Bernabé Unda, quien asegura que "no hay ningún proyecto industrial en estos momentos para los trabajadores a los que se va despedir". Triste destino para una de las empresas que ha sido motor del crecimiento económico vasco en el siglo XX.