Valor de ley
Tres derrotas consecutivas después han servido para rebajar el grado de euforia que se había instalado entre la tropa rojiblanca, sobre todo después de caer con donaire en el Camp Nou; una manera dulce de morir que paradójicamente sirvió para crecer en ambición, retar en San Mamés al Valencia y, dependiendo de lo que pasara en tan señalado partido, aspirar con toda la razón del mundo a competir en pos de la Liga de Campeones, virtualidad que se esfuma concluido el encuentro con el amargo sabor de la derrota.
Sin embargo bien pudo ocurrir todo lo contrario, pero el Athletic no supo aprovechar sus bazas durante la primera parte, cuando se arrojó como un vendaval contra el Valencia y le hizo zozobrar, pero tan solo consiguió el trabajado gol de Fernando Llorente, que celebró así de bien los 26 años.
La figura de Gaizka Toquero fue paradigmática para definir las circunstancias del choque. Parecía disponer del portentoso don de la ubicuidad, pues aparecía por todas partes. Defendiendo, atacando. Por la izquierda, por la derecha. Aportando también la desazón que provoca la mosca cojonera, pues la defensa valencianista acabó desquiciada por semejante despliegue físico.
Tuve un mal presagio cuando subyugado por la portentosa exhibición del lehendakari me vino a la cabeza Valor de ley, la magnífica película de los hermanos Coen donde el gran Jeff Bridges saca el pistolón para matar al caballo que había reventado galopando hasta la extenuación para salvar la vida de la pequeña Mattie, mordida por una serpiente cascabel.
Toquero acabó quemando todas sus fuerzas por la causa, y la causa perdió a su mejor hombre, pero también fue perdiendo paulatinamente a todos los demás, porque el Athletic tensó el músculo, salió a por todas en su briosa apuesta, y no supo calibrar el desgaste. Cuando esto ocurre con un equipo como el Valencia, que tiene gente con mucho oficio y clase, puede ocurrir lo que ocurrió, que salga vivo de la embestida rojiblanca y luego, en la segunda parte, acabe imponiendo su ley, quebrando de paso los sueños de grandeza que abrigó San Mamés mientras Toquero parecía Atila y Llorente Sansón, matando filisteos hasta con la mirada, no en vano fulminó de esta guisa a David Navarro mientras este le abría la cabeza de un certero codazo.
La jugada en cuestión tuvo su miga, pues el presidente Macua justificó el súbito desvanecimiento del fullero defensa valencianista porque sintió cercana y caliente la sangre de su rival, teoría sobre la que no estuvo para nada conforme Fernando Llorente, la víctima, hasta el punto de pedir públicamente un Oscar para David Navarro en justo reconocimiento a lo bien que llevó la pantomima en su vano intento (la televisión hace estragos entre los tramposos) de esconder su bellaquería.
Viendo lo que estaba ocurriendo, y sabiendo que el próximo miércoles hay un nuevo partido liguero, Joaquín Caparrós tardó demasiado en tomar cartas en el asunto, haciendo tarde y a destiempo los cambios y no sabiendo enfriar en lo posible la fogosidad desmedida de la tropa rojiblanca.
Digerida la tercera derrota consecutiva conviene pararse un rato, meditar y tomar buena nota (con el regreso de Iraola, ¿probamos a De Marcos en el lateral izquierdo?) de lo que es factible, y Europa lo es, y lo que ya parece una entelequia, aspirar a la Liga de Campeones, hasta que no se demuestre lo contrario.
El Valencia, en cambio, ha logrado en San Mamés una victoria cualitativa, que prácticamente sella su clasificación para la Champions para vanagloria de su técnico Unai Emery, sistemáticamente cuestionado en Valencia muy a pesar de los evidentes méritos contraídos.
El Valencia tiene el próximo miércoles el inmenso reto de parar la marcha triunfal del Barça rumbo al título liguero, después del descalabro parcial sufrido el pasado sábado por el Real Madrid en Riazor para mayor prestigio de Dani Aranzubia, que además de marcar goles también los para, y de qué manera, para desquicie de Mourinho, que ahora echa la culpa de sus desdichas al tipo que elabora el calendario liguero, y además riéndose a sus espaldas, puntualiza el engolado entrenador portugués. Mourinho ya ve visiones. Un contubernio judeomasónico. Se ha convertido en el nuevo payaso de la Liga y, ciertamente, nos está haciendo reír.