LA división del Sudán en dos naciones independientes -la del Norte, musulmana y más rica; y la del Sur, cristiana y animista, menos desarrollada y con grandes recursos naturales- va a generarle muchos problemas a los dos Sudán..., pero también a China, nación que ha realizado grandes inversiones allá.
Dada la relativa rapidez con que se ha celebrado el referendo de la independencia en el Sudán Meridional, es lógico que la división plantee intrincados problemas administrativos y políticos tanto para el reparto de las obligaciones que hasta ahora eran nacionales, como de una serie de ingresos y créditos internacionales concedidos en su día a un Sudán único. Sin hablar de que la frontera entre ambas naciones ni tiene un trazado geológica e históricamente claro -hay muchas zonas en disputa-, sino que el problema de la nacionalidad de las tribus trashumantes y sus derechos de pastoreo a uno y otro lado de la frontera no ha sido siquiera abordado aún por las autoridades de los dos Sudán.
Más sorprendente es que la independencia del Sudán Meridional constituya un problema también para la República China. Y es que Pekín ha hecho grandes inversiones en el Sudán anterior a la escisión -es el mayor importador de productos sudaneses, entre ellos, el 20% de la producción petrolera sudanesa- hasta el extremo de que más de 10.000 chinos viven en estas dos naciones africanas y existen cuantiosos contratos estatales de explotación de recursos naturales sudaneses. También es muy importante la ayuda china al desarrollo registrada en buena parte en la parte meridional del país, aunque la tajada del león se la ha llevado aquí el Sudán del Norte.
El reparto de estos contratos, pagos y obligaciones puede resolverse con tiempo y buena voluntad, pero para Pekín resulta mucho más difícil de justificar el apoyo político y militar que otorgó durante años y años al presidente norteño, Omar el Bashir, en las campañas de éste contra los disidentes del Sur y, en especial, los de Darfur.
La ayuda político-militar china no se puede justificar simplemente con un "relaciones al uso internacional" porque en los 23 años de guerra civil sudanesa que precedieron a la independencia del sur murieron más de 2.500.000 personas en luchas llevadas a cabo en gran parte con material bélico chino. Y en esos 23 años las atrocidades fueron tales que Bashir está reclamado actualmente por los tribunales internacionales.
A este respecto hay que tener en cuenta que Pekín apostó fuertemente por el Norte no solo por la "rutina legitimista" (no dialogar con rebeldes) que sigue en el tercer mundo, sino también por la aprehensión china a que el éxito de los secesionismos en cualquier lugar del mundo pueda alentar los separatismos de las etnias "no han" de la República Popular China. Es la razón por la que China se negó a reconocer la independencia de Kosovo.
Esta postura no solo le crea problemas a Pekín con el Sudán recién independizado, sino que resulta un escollo importante para la colaboración de los pueblos ribereños del Océano Índico con China para la eliminación de la piratería en esa parte del mundo.