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De Griezmann a Mister Marshall

De Griezmann a Mister MarshallFoto: Oskar Martínez

Antoine Griezmann, la perla de la Real Sociedad, aseguró el pasado lunes que los jugadores del Real Madrid no son "nada del otro mundo" y estaba convencido de que el equipo txuri urdin iba a "liarla" en el Santiago Bernabéu. Saco a relucir estas palabras no como escarnio hacia los primos de Donostia que, como saben, lejos de liarla, más bien terminaron aturdidos de la tunda que le atizaron los discípulos de Mou, que lamieron así las profundas heridas causadas por la humillante derrota frente a Osasuna y sus consecuencias, sino por el arrobo mostrado por el muchacho.

Tiene Griezmann casta, optimismo y fundamentos futbolísticos, y además va de fanfarrón por la vida. Cualidades todas ellas que se dejaron sentir en el coliseo blanco, aunque no sirvieran para nada. Porque la hinchada madridista asistió placentera al fecundo reencuentro de Cristiano Ronaldo con el gol, pues el muchacho andaba atacado, muerto de celos hacia Messi y con síndrome de abstinencia tras cuatro jornadas sin marcar; también a la recuperación parcial de Kaká, que ya ofrece pistas sobre el genio que un día llegó a tener; e incluso sirvió para que Adebayor se integre con pasmosa naturalidad en el once merengón. O sea, que la Real, lejos de liarla, fue bastante timorata, una especie de ONG, un buen samaritano, bálsamo de Fierabrás. Pero no quiero, insisto, hacer escarnio, que bastante bien lo están haciendo tras volver a Primera, sino escribir sobre Griezmann, el mejor del equipo txuri urdin, que a punto de cumplir 20 años augura un espléndido futuro.

No hace un mes, el muchacho borgoñés entró a formar parte de la espiral rojiblanca en cuando Jabo Irureta, preguntado al respecto, aseguró que tenía encaje en la filosofía del Athletic puesto que se ha criado en la cantera de la Real, club que le acogió a la edad de 14 años. El responsable de Lezama incluso no descartó que en un futuro pudiera ser objetivo del Athletic y de inmediato sacaron a relucir en Donostia el documento: cláusula de rescisión, 30 millones de euros, conscientes como son de que en Bilbao suelen picar con ingenuidad el anzuelo, además de recordar los pingües negocios que han conseguido a costa de la desesperación que tantas veces provoca dicha filosofía y sus circunstancias.

Pues bien, resulta que el caso Griezmann, por llamarlo de alguna manera, se ha cerrado apenas iniciado gracias a la impetuosa irrupción de Iker Muniain, convertido en la alegría de la casa, que responde a idénticos patrones de juego, solo que en mejor. Flipa San Mamés con su nuevo ídolo, que ha crecido en poco tiempo por lo menos dos palmos bajo la frondosa sombra de Fernando Llorente (ojo al dato: las dos últimas victorias, en el Manzanares y ante el Sporting, partieron y se fraguaron en sendas jugadas de penalti-expulsión trabajadas por el apolíneo y multiusos delantero, que no nos falte nunca jamás amén Jesús).

Está la afición rojiblanca encantada de la vida, y sobran razones: tiene ante sí un equipo recio, aposentado, con norte; pletórico de vigor, juventud, futuro y ambición. Alcanzada la quinta plaza, ahora resulta que el objetivo es la Liga de Campeones; el regreso a la aristocracia balompédica de la vieja Europa.

Con este panorama tan bonancible, no tardará Macua en anunciar oficialmente que se presenta a la reelección, más que nada porque es un secreto a voces, quiere pasar a la historia como el presidente bajo cuya gestión se inauguró el nuevo San Mamés y el Athletic regeneró sus tejidos, pasando de ser un equipo asustadizo y a punto de consumar el descenso a convertirse en una escuadra bizarra y temible.

Idéntica coyuntura aprovechó José Julián Lertxundi en su día, solo que después Jupp Heynckes, su técnico-milagro, le salió rana, le dejó plantado en el altar y José María Arrate le comió la tostada electoral.

Bajo esta coyuntura casi idílica los anti-caparristas plegan velas o se retiran cautelosamente a la espera de otra ocasión, y al mismo tiempo crece el rumor que sitúa a Joaquín de vuelta al Sevilla, reclamado con urgencia por José Del Nido para que, apelando a su corazoncito sevillista y, obviamente, un jugoso contrato, también devuelva a la vida al maltrecho equipo de Nervión.

Así que, paradojas de la vida, ya veo a San Mamés coreando el ¡Caparrós quédate...!, cantando en su honor dale a tu cuerpo alegría Macarena, ¡¡eh...!! o convirtiendo Bilbao en un poblando andaluz, como en Bienvenido, Mister Marshall.