En el último minuto, el balón, despejado por San José en el área rojiblanca de forma vertical, regresó al mismo sitio y de igual manera, o sea, cayendo como un piano, y a por él acudió solícito el meta Iraizoz, sin duda con la sana intención de agarrarlo a tiempo y evitar algún desafortunado coscorrón. En su encomiable empeño empujó a Verdú, un jugador del Espanyol que pasaba por ahí. "Perdón", le dijo, y lo mismo debió de interpretar el árbitro, que ni pitó ni nada, añadió el consabido "¡sigan, sigan...!", y aquí paz y gloria en las alturas.

Al hincha rojiblanco se le hizo un nudo en la garganta contemplando la temeraria acometida del portero, pensando otra cosa; pensando que era un penalti como una casa, y como una casa difícil de ocultar, y que la victoria del Athletic, tan sufrida como inesperada, se escapaba por una acción temeraria del portero de marras, y en el último minuto, que es cuando más jode. Pero he ahí la grandeza del fútbol: la interpretación del asunto, que tantos disgustos da, pero también los quita. Por ejemplo, el trencilla Ayza Gámez entendió lo contrario, o sea, que como no hubo mala intención tampoco correspondía un penalti, y por eso amonestó a Verdú, a quien no se le ocurrió otra cosa que cuestionar su buen juicio, pues Iraizoz miraba al cielo oteando el meteorito, y si empujó al rival fue porque estaba a lo que estaba, y en su defecto fue un empujón como de buen rollo, sin impostura, luego no procedía castigo alguno.

Como inescrutables son sus caminos, el Señor quiso que Ayza Gámez mandara el penalti al limbo, y minutos antes iluminara a Joaquín Caparrós para hacer los cambios que hizo, sustanciales para modificar el sesgo del partido cuando el Athletic languidecía de impotencia ante un Espanyol desconocido, por osado y jugón, demostrando que su cuarto puesto no es fruto de la casualidad. Intervenciones divinas al margen, volvemos al concepto que subyace en la acción final del encuentro, la del penalti imposible, ya que el árbitro así lo vio: la interpretación del asunto.

¿Hay que aplaudir al técnico sevillano por su agudeza y sagacidad para reorientar con bien a sus muchachos? Pues Orbaiz puso orden y criterio en el fútbol del Athletic, y David López profundidad y clase, sobre todo en el monumental gol que anotó, por toda la escuadra. ¿O en cambio hay que recriminarle su empeño en reincidir en contumaces errores anteriores? Los mismos que han propiciado el desbarajuste que ha convertido al Athletic en un saco de goles, fundido a Javi Martínez o desinflado buena parte de las ilusiones alimentadas entre su afición.

En cambio, quienes conservan la fe lo tienen más fácil. San Mamés es La Catedral y con semejantes antecedentes tampoco es de extrañar que se produzcan milagros, no en vano en el partido anterior, frente a Osasuna, Gurpegi anotó el gol del triunfo en el último instante, y por la misma Ayza Gámez también en el último instante tuvo a bien ignorar el penalti de Iraizoz sobre Verdú, probablemente apelando al espíritu navideño. Además, las oraciones del creyente tienen eco en las alturas, pues Fernando Llorente parece forjado de puro acero y así que siga cien años, porque si por un casual cae lesionado habrá que ver quien es el guapo capaz de meter un gol en este equipo, o propiciarlo, con absoluta regularidad, cualidades que mantienen vivo y abierto el sueño europeo de la parroquia rojiblanca.

Pese al revés, Mauricio Pochettino, entrenador del Espanyol, se marchó con buen talante, enfatizando que el gran partido de sus muchachos les refuerza de cara al derbi que disputarán frente al Barça la próxima jornada. ¿Iluso?

Luego, el Real Madrid se deshizo del Zaragoza con un fútbol tan industrial como implacable; y más tarde los duendecillos mágicos de Pep Guardiola saludaron con una esplendorosa manita a la Real Sociedad. Cinco goles como cinco soles que han servido para que el Athletic sobrevuele de nuevo por encima de los primos donostiarras en la clasificación. ¡Con lo contentos que estaban!