Que José Blanco acuda a La noria para explicar los recortes que se avecinan es como si Belén Esteban fuera a Tengo una pregunta para usted a dar cuenta de su divorcio. Una extravagancia. Habrá quien piense que es mejor que el Gobierno dé la cara, sea donde sea, pero la mayoría de los espectadores se quedaron alucinados. A los adictos a los contenidos habituales de este espacio de Telecinco no les ha gustado que un ministro invada su intimidad, un reducto que creían blindado contra la crisis. Un oasis de evasión y cotilleo para huir de la realidad. A los ciudadanos que todavía están esperando una explicación coherente de cómo se ha pasado de tener un pie en el G8 a ser el farolillo rojo de Europa tampoco les ha parecido bien que el Gobierno dé más explicaciones en sede televisiva que parlamentaria, o que no se haya organizado un debate profundo con periodistas de todo el espectro haciendo preguntas a Zapatero y a todo su equipo económico. Aunque el ministro de Fomento dijo que estaba en aquel plató "para tranquilizar a los ciudadanos" y que "los políticos tienen que ir donde está la gente, no la gente donde van los políticos", el efecto ha sido catastrófico. No nos ha tranquilizado nada que el vicesecretario general del PSOE acuda al escenario de algunos de los escándalos televisivos más recientes. Encima, según su razonamiento, parece dispuesto a seguirnos al chiringuito o a los campos de fútbol para darnos explicaciones, o incluso al Camino de Santiago, para el que tuvo grandes elogios. ¿Es que nadie comprende en Ferraz ni en Moncloa que Blanco no da credibilidad al programa, sino que el programa se la resta a él? El ministro dejó varios aforismos para las generaciones futuras -"la austeridad de hoy va a ser la prosperidad de mañana" (de ayer no dijo nada)- y habló de su tío Manolo "que para mandar a su hija a estudiar, pagando hipotecas del 16%, se tuvo que apretar el cinturón porque no teníamos las becas que ahora tenemos". Y tan feliz se bajó de La noria, sin despeinarse ni marearse. Populismo de feria.