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Tambores, trompetas y sotanas junto a San Mamés

Se acerca la Semana Santa y arrecia el sonido de los tambores en los aledaños de San Mamés cuando cae la noche sobre Bilbao. A sus cofrades no les arredra nada, así caigan chuzos de punta. Debe ser la penitencia, que alimenta el alma, según dicta la fe, pero cada vez que les veo así de desamparados, como si fueran parias africanos recién llegados en patera, con la cantidad de dineros que maneja la Iglesia, me dan una penica.

Entonces, asociando ideas no se cómo, me acordé del nuevo estadio, y esa tripa enorme, cálida y flamante que reclama el Gobierno vasco para dedicarla al uso y disfrute de "todos los ciudadanos" (sic de Idoia Mendia, portavoz). Como saben, para justificar los 55 millones de euros que aportan a la causa, los sagaces consejeros de Lakua han pensado en construir una recta hecha de material carísimo para que cuatro privilegiados atletas corran un rato al abrigo de las borrascas.

Es decir, semejante desperdicio de recursos en época de crisis palmaria no tendría sentido si no hubiera un plan b. Por ejemplo, acoger a estos descarriados cofrades y sus atronantes cornetas y tambores; o invitar a Odón Elorza, el agraviado, para que acuda gratis total con los chicos las vísperas de San Sebastián y ensayar allá la Tamborrada, no en vano se van a encontrar unas calles rectísimas y de excelente piso para preparar con la solemnidad requerida tan sentida celebración.

La susodicha pista de atletismo dispondrá, según el plan previsto no se sabe cómo, de una zona de salto con pértiga, y ya andan diciendo por ahí que sólo se permitirá saltar cinco metros como máximo, las varas deberán tener una longitud más corta de lo habitual y los pertiguistas no podrán sobrepasar el uno cincuenta de estatura, pues corren el peligro de estamparse contra el techo, y además tendrán que usar casco obligatorio, según la normativa vigente sobre medidas de seguridad en el trabajo.

Sobre esto último, para mí que son habladurías de gente guasona y un tanto demagoga, como si fueran políticos de carné. Sí sé, en cambio, que cuando levantaron el polideportivo de Txurdinaga hicieron construir una costosa recta de atletismo de tartán que casi nadie utilizó y acabó muerta de risa, o sea, que con eso del dinero público y el "uso para todos" tengamos menos risas y más rigor. Aún están a tiempo esos cerebros grises de Lakua de recapacitar por el bien del pueblo pagano y la salud de Odón, que está que muerde.

Resuenan tambores con olor a incienso a la vera de San Mamés, ¡ha llegado la primavera!, se acerca la colocación de la primera piedra del futuro estadio y el Athletic despliega aromas de grandeza.

El punto logrado frente al Getafe es tan valioso que sitúa por fin al equipo bilbaino en puestos europeos cuando sólo quedan once partidos para terminar el curso. El sólo dato tiene un valor enorme, teniendo en cuenta que la hinchada rojiblanca ha podido disfrutar esta temporada de las emociones que provoca la competición continental jugando sólo un partido realmente meritorio: la vuelta de la semifinal de Copa frente al Sevilla. El resto del camino fue pura filfa, con la suerte (y la desgracia) de disputar la final ante el Barça y sólo con eso recibir como premio un puesto en la Liga Europa.

Ahora, en cambio, el Athletic se lo está ganado a pulso, consolidándose partido a partido como un equipo competitivo y cargado de futuro.

Dicho lo cual conviene recordarle a Pablo Orbaiz lo evidente: que la coz que atiza sobre los huevos de Cortés es la imagen (la mala imagen) que los medios de comunicación han propalado del Athletic-Getafe por el mundo, además de condicionar poderosamente el discurrir del partido.

Y encima es reincidente. Pero no le vamos a mandar a galeras, sino todo lo contrario. Con esa cara de monaguillo que tiene seguro que se vuelve a arrepentir, pide perdón y jura ante San Saturnino, San Fermín, San Cernín, San Francisco Javier y demás santoral navarro no volver a patear al rival jamás de los jamases, ni en salva sea la parte ni en ningún otro sitio; y como penitencia someterse a ejercicios espirituales según la norma jesuítica, un remedio de desintoxicación infalible contra la ira y otros pecados robustos que tantas veces alteran al ser humano.

Y puestos a enredar con curas, frailes y demás siervos divinos, conviene regalar a San José una sotana, según hubiera recomendado el gran Di Stéfano, amén de pedir rebajas al Liverpool por su fichaje y así resarcirnos del par de letales despistes que tuvo el recio defensa pamplonés.