JURO que me temí lo peor. Encendí el televisor y apareció Antxon Urrosolo, con un tupé como el de Radio Futura, junto a su abuela Silvestra, a la que había llevado al plató para que rezara un rosario pidiendo audiencia. Tuve un déjà vu y me entraron sudores fríos. No podía creer que con Aspaldiko, su nuevo programa en ETB-2, volviera a las andadas 24 años después de sus akelarres televisivos. Si estuviéramos en Estados Unidos, Urrosolo sería ahora un telepredicador multimillonario con cadena propia dedicado a curar paralíticos y exorcizar endemoniados a cambio de sustanciosos donativos. Pero eso ya quedó demostrado que no funciona en este país. Y él lo sabe.

Por eso, al margen del guiño que hizo a la audiencia con esas imágenes de su abuela, el presentador intenta demostrar en esta nueva etapa que se ha atemperado y que es capaz de hacer un programa en el que no se entrevista continuamente a sí mismo. Para ello, se ha rodeado de dos copresentadoras y un plantel de colaboradores bastante numeroso que reducirán a la fuerza su cuota de pantalla, lo que es bueno para nosotros y para él. Por el momento, se mantiene sentado ¿grapado quizá? a la mesa, lo que es una novedad, acostumbrados como estábamos a sus continuos volatines. Es verdad que el primer programa lo terminó cantando y bailando con un gorro en la cabeza, pero todo el mundo tiene derecho a estirar las piernas tras dos horas de emisión.

En cuanto a la tónica del programa, una revista-tertulia de sobremesa, por el momento no se diferencia mucho de su predecesora Pásalo, cuyo share no logró batir en su primer intento. Ya se sabe, la gente suele preferir el original a la copia. Pero no nos engañemos, Urrosolo es una especie de velocirráptor mediático que se alimenta de audiencias y no descansará hasta que su estómago esté saciado. En estos dos primeros programas simplemente está reconociendo el terreno de caza. En un par de semanas sabremos si ha encontrado suficientes presas para sobrevivir.