Durante ocho décadas la Vuelta ha atravesado nuestras arterias y se ha colado entre la gente de a pie. En esta ocasión (histórica), nos ha alcanzado de lleno gracias a un tsunami que ha conseguido desestabilizar los cimientos del Sportswashing. Sin eufemismos ni anglicismos: una estrategia para lavar, en este caso, la cara de un Estado-genocida que tiene como objetivo borrar de la faz de la tierra el gen palestino. Como sea y con total impunidad. Nací en Madrid y vivo en Bilbao. Dos espacios (hay muchos más) habitados por gente que no soporta la pasividad, tibieza e hipocresía institucional. Personas valientes que hacen y no esperan, que saben con quién no salir en la foto y que no dudan. Ciudadanía que soporta dirigentes (votados) que no nos representan. Como ejemplo, una imagen y un sonido. La sonrisa de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fotografiada en comunión con el equipo Israel Premier-Tech, y las palabras (sic.) del alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto: “¿De verdad el objetivo era solidarizarse con Palestina y denunciar la participación del equipo que lleva el nombre de Israel? Tengo muchas dudas.” Cuestión de recordar, llegado el momento, de qué lado estaba cada cual.
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