Nunca imaginé ser capaz de encabezar un artículo con semejante título. La desnaturalización sistémica-democrática que padecemos tiene su origen en políticas corruptas con raíz en la progresiva decadencia moral de Occidente. En particular en España, deviene de un exceso de impunidad por aforamientos y complicidad judicial, falta de transparencia, de educación en valores humanos y de conciencia del bien común y justicia igual. Decadencia política causante de un vacío existencial, que lo tratan de “rellenar” por el culto al consumo de lo banal. Cultura de la evasión y entretenimiento hasta en una televisión pública infantilizadora de adultos, adulterando a menores con pornopublicidad y demás audiovisuales erosivos para su inocencia. Cincuenta años de una Transición que al fecundarse “in vitro”, dio a luz a una democracia huérfana de moral, hoy en agonía política y sin otro recambio útil más que… el cambio total del sistema. Sin un golpe de impacto positivo hasta hoy desconocido, nada cambiará para mejor. Gobiernos fallidos una y otra vez, solo “útiles” para sus apesebrados cargos escalonados y agentes sociales y sindicales bien subvencionados. Pervertida sintonía política que ha derivado en una agonía social, en razón a que, niños nacidos felices y criados alegres por sus padres, crecieran sumisos y adoctrinados merced a un sistema educativo alienante por homogeneizador. “No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres” (Isabel Celaá). Siendo así, hoy ese estado consigue disponer de ellos como “arma” productiva hasta el límite de utilizarlos en servicios militares para servir a un estado (que no a una comunidad) que retiene su patria potestad.
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