Esta es la cifra de la ignominia y la vergüenza que al parecer se ha necesitado para que las armas y el horror hayan callado. Tras largos meses de una guerra sin cuartel y cruel, parece que se atisba algo de esperanza tras la ansiada y diría yo trabajada tregua en Gaza. Será largo y difícil el camino de la paz y la reconstrucción de la devastada Gaza para la población que todavía sobrevive y los miles desplazados que tuvieron que abandonar sus hogares, los suyos y los de sus antepasados (recordaremos quiénes fueron sus primeros moradores). Historias aparte, la denominada comunidad internacional deberá mostrar su verdadera cara si quiere de veras una paz duradera, y poner de una vez al gobierno israelí -con su primer ministro al frente- en su sitio, dicho vulgarmente. Que existen derechos humanitarios y de otro calado que han sido ninguneados e ignorados, por decirlo de una manera suave). Pese a quien le pese, ha sido un genocidio en toda la extensión de la palabra. No lo digo yo: organismos como la ONU o el Tribunal de La Haya así lo han dictaminado, si sus dictamines sirven para algo. Confiemos y esperemos que por fin llegue la paz y la esperanza, para aquellos y aquellas que lo han perdido todo. Como punto final y para los puntillosos: existe una organización que efectivamente, fue el detonante o la excusa de 47.000 muertos después.