Pepe Mujica puede marchar con la conciencia tranquila y el trabajo hecho. Independientemente de su ideología, y de compartirla o no, no se puede obviar que ha sido un político íntegro y limpio. El mundo lo despedirá con tristeza cuando falte. Y quien no lo haga, y aproveche para criticar su faceta roja y atea, es que no ha entendido nada de su propia religión.
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