He estado dos días en París, en su catedral, en Notre Dame, gracias al milagro de la televisión y de su órgano. obispos, curas, niños y niñas cantores, estatuas, roble en forma de canto de diácono y música; música por los capiteles, música a chorros gracias al órgano que convierte, todo en vidrio aparente, de colores, líquido en forma de luz de rosetón, de vestimenta arzobispal, violín y violonchelo. También algo que no quisiera ver ni en pintura. Un gusano pelirrojo entre Macrón y su mujer ha desdibujado el idilio del momento. Me quedo con lo bello del viaje, que fue todo, incluido cuando la gente del pueblo y los bomberos y artesanos entraron en la casa de todos, incluidos los que no creen.
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