Impunidad total. Esto es lo que parece tener el gobierno de Israel. No le bastó destruir Gaza (ya conocemos la excusa, cierta hasta un punto, con miles de muertos y desplazados), ante la impasibilidad y el mirar hacia otra parte de organismos como la ONU que no sé muy bien a estas alturas para qué sirve realmente. Desde su venerable tribuna de oradores, el primer ministro judío nos dedicó un incendiario discurso, que pasará sin duda a a la posteridad como una negra página de nuestra historia, de vergüenza e intolerancia. En su escalada imparable, invade y destruye a sangre y fuego a los que llama, los enemigos del pueblo elegido, dejando a su paso a civiles asesinados y masacrados, como sucedió en Gaza. No parece que nada o nadie vaya a detenerlo, mientras nos cuenta que se trata de algo selectivo -recuerden de nuevo a Gaza y su población-. Sigue teniendo aliados poderosos y la complacencia e inanición de las instituciones europeas. Que se limitan, con la boca muy pequeña a pedir mesura o diplomacia. Estamos, creo yo, en una especie de punto de no retorno, que mucho me temo sea de consecuencias impredecibles.