Esta es la expresión utilizada por Macron ante el auge de la extrema derecha en Europa. Miles de muertos en Siria, en Ucrania, en Gaza y millones de desplazamientos migratorios hacia la vieja Europa para sobrevivir. Mientras hablan de libertades y democracia, los líderes mundiales nos condenan a la esclavitud sin cadenas visibles o a la muerte. Reyes, presidentes, mandatarios, escenifican acuerdos y alianzas con dictadores, tiranos, déspotas y autócratas más preocupados por aumentar el caudal de sus beneficios que por el catastrófico resultado de sus políticas y cuando las consecuencias estallan en las calles, la represión y la mordaza es la injusta respuesta. Humanidad, fraternidad e igualdad poco importan, son voces ahogadas en el imaginario de la vieja Europa, aquella que en los discursos fue brillante como lo fue Hitler cuando nos llevó a una Segunda Guerra Mundial. No aprendemos. Y estos no son malos vientos de una época estacional y pasajera, son lo que han creado en sus laboratorios financieros: mentecatos con ansías ilimitadas de poder, sin ética, sin escrúpulos, sin honestidad porque esos valores en política... sí que se los llevó el viento.
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