En el Congreso se ha aprobado el empleo del catalán, euskera, gallego, bable, aragonés y el dialecto occitano del valle de Arán (aranés), con traducción simultánea. Lo que no saben los congresistas es que el idioma que allí se habla no es el verdadero euskera, el de los euskalkis, (bizkaino, giputz, nabarro), sino el batua (heuskeranto) inventado en los 60 del XX. Si uno empieza a hablar en euskera bizkaino, por ejemplo, no le entenderían los traductores.
Dijo Joseba Agirretxea, diputado del PNV, al marcharse los de Vox del hemiciclo: “Se han ido los que antes nos echaban de clase, nos multaban, o nos metían en la cárcel por hablar euskera”. Resurrección Mª de Azkue, presidente de Euskaltzaindia e indudablemente el hombre que más euskera ha sabido, publicó su última gran obra, Euskalerriaren -sin H, Azkue fue contrario a la H- Yakintza en los años 1935, 1942, 1945 y 1947, es decir, en los años de plena supuesta persecución. De haber persecución, fue contra el euskera de los euskalkis, no contra el batua (heuskeranto), que gozó del total beneplácito franquista cuando se introdujo en los sesenta; la asamblea de Arantzazu en que se adoptó por Euskaltzaindia, en contra por cierto de su presidente Manuel de Lekuona, defenestrado después por Luis Villasante, fue los días 3, 4 y 5 de octubre de 1968.
No puede presumir y alardear del pedigrí de la persecución el batua (heuskeranto).