La posición de Feijóo resulta cómica y habría que pensar en devolverlo a Galicia en vista de los renuncios en los que está incurriendo, pues sería presidente un inútil representando al Estado. Es inexplicable que teniendo los votos que le otorgaban la presidencia por mayoría según todas las encuestas se ha metido en “charcos” y se descubren sus pifias, como suplicar a Sánchez para que le ayude a conseguir derrocar el sanchismo al que ha ridiculizado acusando a su gobierno de ilegítimo. Alguien debería explicarle que ganar las elecciones no significa que tenga que formar gobierno, aunque su propio partido está incurriendo en esa contradicción al participar en gobiernos de autonomías en coalición con otros fuerzas con las que forma mayorías, como lo fija la Constitución que tanto respeta. Además, su dinámica se le complica, pues está tomando decisiones incomprensibles que tendría que ser su propio partido quien le controle, pues extraña su actitud al enfrentarse ante TVE con acritud con una periodista que puso en duda su afirmación de que el PP había actualizado siempre las pensiones con el IPC porfiando con ella, soberbio, al demostrarle que sus datos eran erróneos y finalmente tuvo que reconocer humillado, que “podría haberse equivocado”, sin disculparse, sino con argumentos de mal perdedor. Decide no participar en un debate clave en TVE con Sánchez, Abascal y Yolanda Díaz con argumentos que encubrían miedo, lo que realmente ha sido la causa de que la semana previa al 23-J haya sido lo que le ha llevado a perder la mayoría absoluta, que sería lo único que le hubiera salvado del ridículo al suplicar a su “enemigo”, que le ayude a ganarle, argumento contradictorio que su partido debería analizar para comprobar si se halla en condiciones de representarle en elecciones a presidente del gobierno o ser entrevistado por el Gran Wyoming. “Lo inútil es útil, pero no sirve para nada”.