Sí, quién va a compensar los 20 años que se ha pasado Kathleen Folbigg en la cárcel por haber sido sentenciada por asesinato de sus tres hijos y ahora, gracias a la presión mundial el fiscal general de Nueva Gales del Sur, Mchael Daley, reconoce que “existen dudas razonables” sobre su culpabilidad. Pero nada de asumir la responsabilidad por su error o impericia. Ya puede indemnizársele con fondos del gobierno australiano y no tenga repercusión patrimonial o en su carrera profesional para quien ha tardado 20 años en rectificar una sentencia que ha supuesto una muerte en vida. Conviene no entrar en la semántica argumental y razones que maneja la justicia para salir airosos y justificar un error, pues entre las habilidades que adquieren en el ejercicio de su profesión está obviar los errores que cometen por ignorancia o las contradicciones de las propias leyes y que al final, es el juez que lo ha sentenciado quien argumenta para justificar el cambio sea considerado lógico por la ciudadanía como argumento filosófico de que la justicia siempre triunfa, incluso cuando se equivoca. En este caso el drama acontece en un tribunal de Australia, pero el auténtico triunfo de la justicia tiene lugar en los tribunales españoles cuyos jueces dominan este arte a fuerza de revocaciones de sus sentencias que les infligen los tribunales de justicia de la UE. La justicia australiana debería informarse de sus colegas españoles para aprender a salir airosos en los casos de error o cuando los tribunales europeos rechacen recursos de sentencias de jueces españoles. “Una cosa no es justa por ser ley, debe ser ley porque es justa” (Montesquieu).