Salvo excepciones justificadas, creo que el uso de mascarillas es un acto de responsabilidad, y también de solidaridad y de respeto a la labor del colectivo de sanitarios y de otros sectores que la tienen que llevar por obligación para cuidar de nosotros. Sí, me resulta incómodo ponerme la mascarilla. Sin embargo, agradezco cuando voy por la calle a las personas que se toman la misma molestia que me tomo yo en llevarla. Seguramente a ellas tampoco les resulta agradable ponérsela, pero aún con todo deciden hacerlo. En estos momentos de la desescalada merece la pena hacer las cosas muy bien. Entre todos vamos a terminar con este virus. Y tendremos que asumir un grado de incomodidad. La vida nos está cambiando mucho en este tiempo de cuarentena. Pero con voluntad, esfuerzo y prudencia lo vamos a conseguir. Cuanto más ejercitemos la responsabilidad individual a lo mejor antes dejamos de tener que usar las mascarillas.