Este es el lema del Ejército español en pie de guerra contra el coronavirus como distintivo de las fuerzas desplegadas en todo el territorio. Resultaría divertido, pero solo para niños pequeños, pues los mayores tienen autonomía mental para pensar y podrían creer que se trata de un filme cómico de Stan Laurel y Oliver Hardy, protagonistas de El Gordo y el Flaco. Su mantenimiento supone un despilfarro difícil de justificar ante la sociedad que no recibe la atención médica adecuada y está arriesgando su supervivencia para mantener unas fuerzas armadas desproporcionadas e inútiles. Esta ciudadanía está hacinada en hospitales de campaña y tiene que depositar a sus muertos en pistas de patinaje sobre hielo por carecer de morgues. Los sanitarios son víctimas de la pandemia contra la que están luchando sin otros medios que su profesionalidad y vocación de servicio y queda estupefacta cuando conoce que la función de los soldados consiste en limpiar suelos e instalaciones que puede realizarse por profesionales civiles, pues se trata de pasar la mopa y regar las calles. Si esos son los conocimientos que se les enseña en los cuarteles y academias militares para justificar su invasión en la vida civil, es evidente que las armas y los militares son una plaga como lo es el coronavirus.