Todos y todas somos indignados; lo que sucede que muchas y muchos callamos, guardamos silencio a nuestra indignación y otros por el contrario vociferan e, incluso de malas maneras, agreden e insultan. Indignado es el desmerecedor de aquello que se expresa (indigno de tal belleza); que no le corresponde aquello que tiene (indigno de ella); vil, cruel, despreciable. Señoras y señores parlamentarios, diputados, concejales, no se enojen y miren que ustedes representan a un porcentaje de votos muchas veces escaso ante el número total de la ciudadanía. ¿Tienen ustedes el voto de los indignados? Y no es así, los indignados somos todas y todos, unos por las pensiones, otros por el paro o desempleo, por falta de trabajo, por la subida de la cesta de la compra, por tanto desamparo? Y digo yo de qué van a estar indignados los políticos si ellos tienen satisfechas sus necesidades más perentorias e, incluso, hasta disponen de trabajo. Quizás los indignados en silencio y los que se manifiestan en la calle debiéramos unir nuestras fuerzas y exigir a los políticos que de verdad representen a ese pueblo al que dicen defender y hacerles saber que todos y todas somos indignados. Pero se puede uno indignar de muchas maneras. Indígnense y verán, se sienten mejor después de haberse indignado y sobre todo verán como su adrenalina vuelve a los equilibrios orgánicos necesarios. Y si no quieren indignarse, sigan algún debate o tertulia. Se indignarán, prometido.