Cada vez resulta más complicado que alguien te escuche. Es habitual comenzar a contar una vivencia personal reciente con entusiasmo a alguien, y esta persona interrumpirte contándote la suya propia ocurrida hace años. El yoismo no escucha, la sociedad actual está centrada en los deseos propios e ignora los de los demás. Y como nadie nos escucha, aprovechamos cualquier oportunidad para contar aquello que necesitamos decir, aunque sea a costa de interrumpir a un familiar, compañero o amigo que tiene la misma necesidad o más que nosotros de contar y que le escuchen. Esto hace que las consultas de psicólogos y terapeutas estén llenas a rebosar de gente que lo que principalmente hace es hablar y contar lo que necesita decir y que paga encantada a un profesional para que le escuche, porque esa figura ha desaparecido de su entorno cercano. Las organizaciones gubernamentales y ONG deberían crean la figura del oyente, muy necesaria para nuestra salud mental y ánimo de espíritu. Y tanto en casa como en la escuela enseñar que cuando alguien te hable, escúchale, si se dirige a ti es porque lo necesita. Y no le interrumpas hasta el final. Lo agradecerá.