Siempre hay un principio, en todo; y en este caso es la A, la A de azahar, la A de amor, la A de audacia, la A de astucia, muchas son las cosas necesarias para aglutinar las palabras que llevan A y que demuestren sensibilidad. Hay una, ay, y hay una ahí, y también hay una niña que dice ¡ay! y es en ese preciso instante cuando la gente se queda mirando para saber qué le pasa a la niña... Preguntas, tú, si de verdad amo, la luz que se desliza por la ventana, la que pasas la noche sin comprender nada, al mirlo que habita en el frondoso árbol que escuchas. Se lo preguntas al rumor de las olas y estas, a su vez, prefieren arrullarse en tus pensamientos. Lo sabrán acaso los astros, los planetas y asteroides, tus hermanos y hermanas, todos se besan amorosamente. Se lo preguntas al firmamento, al viento, al mundo entero, pero querida pequeña A, es a tu corazón a quién debías habérselo preguntado. Y aquí acaba la A de amor y llega la B, para otro día, de besos y bondades.