A mí, como sacerdote vasco vizcaino, me gustaría aclarar alguna cosa. Me remito al año 1960 y siguientes cuando se nos obligaba en la eucaristía a rezar una oración por nuestro, entonces, Papa Pío XII y nuestro caudillo Francisco. Al ser en latín no se enteraba de esto ni el apuntador. Este Francisco fue el que me encerró varios años en la cárcel de Zamora, mal llamada concordataria. Tras su muerte se habló incluso de su beatificación dadas sus cualidades cristianas, oponiéndose, si mal no lo recuerdo, el cardenal Tarancón. Sí, sí, ese de “Tarancón al paredón” al que gritaban los más exaltados. Parece ser que ahora volará en helicóptero por los aires para evitar enfrentamientos de sus correligionarios con los “rojo-masónicos”. Yo me pregunto: ¿será verdad que un día llegó a los cielos? ¿Quizá ahora...?. Contésteme San Pedro, por favor. Si no fuera así, puede haber una solución: introducirle ocho o diez metros más abajo en algún lugar ya predestinado dificultando su salida, borrar su placa y olvidarle definitivamente, a ser posible. Ni un céntimo más en toda esta parafernalia. Sigo siendo sacerdote hasta morir.