Las derechas españolas cautivan a la población asegurándoles que reducirán los impuestos para que el dinero quede en manos de los contribuyentes en lugar de recaudarse vía impuestos. Los políticos juegan con ventaja, pues siempre es sugestivo pagar menos impuestos. Ocultan que lo servicios públicos se pagan con los impuestos que se recaudan. Es metafísicamente imposible mantenerlos con menores recursos, salvo endeudándose el Estado, como es el caso español, convirtiéndose la deuda pública en una losa. Los políticos tergiversan los conceptos, pues es cierto que hay que pagar los impuestos con criterios justos, pero selectivamente y dependiendo de cuáles. Deberían rebajarse los indirectos sobre bienes de primera necesidad, pues gravan indiscriminadamente a todos los consumidores. En cambio elevarse los que recaen sobre bienes de lujo. Pero habría que utilizar los directos como medio de distribución más equitativa de las rentas, pues son los que gravan según la capacidad económica del contribuyente y son progresivos. Aquí opera la semántica manipuladora, pues son los directos los que los poderosos quieren rebajar; ya les afectan más. Es en los tramos inferiores donde habría que rebajarlos en beneficio de los contribuyentes modestos. En la Comunidad de Madrid la derecha proyecta una reducción general de impuestos, pero ello exigiría elevárselos a catalanes y vascos para mantener el nivel de vida de andaluces o extremeños, por ejemplo.