Cuando un eibarrés insigne como usted decide presentar su ingente obra en aparente “territorio enemigo”, solo queda reconocer su generosidad y admirar una genialidad fuera de cualquier clasificación. Tras una primera visita exprés, propia de turistas acelerados y poco conscientes, hemos decidido reposar en París, sin desmerecer claro está, Sevilla, Segovia, etapa de juventud, escuela española... Pero esos personajes tan intensos, nos recuerdan el orgullo que como vascos debemos de sentir, porque hay que recordar con quién convivía su producción: Gauguin, Picasso, Rodin... Esas atmósferas intensas e imperfectas son el prolegómeno de un artista cosmopolita y, para no salirse de la tónica, incomprendido. Agradecemos su visita, esperemos que el reconocimiento no se diluya en esa tan patética costumbre de darlo por normal, de saber dónde encontrarlo, en definitiva de pensar que va a estar ahí siempre.