Un viajero medieval por nuestras tierras relata: “Hablan un lenguaje bárbaro. No se parecen a nadie en ritos y costumbres. Mientras se calientan al fuego enseñan sus vergüenzas, la mujer al varón y el hombre a la mujer.” Ahora que la sevicia y crueldad de los tiempos hacen que la memoria se escurra por las goteras, conviene recordar cuando éramos normales al calor del fuego natural de leña, donde se hablaba, se enterraban los rencores en carne viva, se amaba y el fuego convertía el aire en un viento plácido.

A Edith Piaf le preguntaban: ¿Cuál sería el consejo que le daría a una mujer? Que ame. ¿A una joven? Que ame. ¿A un niño? Que ame.

Y seguía cantando: “No, nada de nada. Yo no lamento nada”. Sublime.