Yo, inválido y enfermo, solo puedo contribuir con esta carta a las grandes movilizaciones que ha habido, y que seguirá habiendo, de miles y miles de pensionistas, en todo el país.

Tienen que ser como en las Olimpiadas, un clamor cada vez más lejos, más alto y más fuerte.

Es inútil que el gobernante diga que es imposible. Su misión es hacerlo posible. Y si no que vengan otros. Todos los ideales y objetivos se cumplen con insistencia, sacrificio y paciencia.

Adelante, pensionistas, que yo soy un hombre que cobra una pensión demasiado lejos de cualquier media.