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Desvergüenza

El presidente de un partido con cientos de procesados por corrupción, a alguno de los cuales él mismo envió mensajes de ánimo, exige la vuelta a la legalidad de los demás.

El expresidente bajo cuyo mandato el terrorismo de estado tomó carta de naturaleza, habla ahora de la mayor crisis de la democracia española. Su antiguo colaborador, el que tan orgulloso se mostraba de haberse “cepillado” el estatuto aprobado por el pueblo catalán, menciona ahora al ejército como posible recurso para la solución del problema.

Por si no bastara, la más alta magistratura del Estado, lejos de cualquier intento de mediación, señala con el dedo a los perversos sediciosos que conscientes de tanta mentira podrida y tanta mala intención, han decidido elegir su propio camino.

Ninguno de ellos habló de crisis de estado, ni de inconstitucionalidad, mientras tanta gente era abocada a la más absoluta miseria, llegando al extremo de que la pobreza infantil apareciese en los informes de Unicef sobre España.

Y ahora les exigen que vuelvan no a la legalidad, sino a la interpretación que de la misma ellos realizan según les convenga.

¡Qué desvergüenza!