Nuestra calle queda alejada de la zona festiva y los vecinos ingenuamente, a pesar de ser sábado, creíamos que con todos los bares de la zona cerrados podríamos descansar. Pero he aquí que un grupo de borrachos y borrachas, de la lonja a la altura del número 4, pensaron que como semana de fiestas todo era libre y, ocupando la acera con sillas y bebidas, decidieron imponer su horario a todos los vecinos. Y como buenos borrachos y borrachas, gritando y escandalizando, impidieron nuestro sueño un día hasta las 2.00; el sábado siguiente, hasta las 3.00... Las fiestas no son un cheque en blanco y no todo vale, aunque explicar esto a unos borrachos y borrachas sea tarea ardua. Al final hay que llamar a la policía para comunicarles que como tantas otras veces, sin permiso ni licencia, se apropian de espacio público para consumir y molestar. No espero que borrachos y borrachas entiendan este razonamiento pues en su estado es difícil. Pero sí sé que la próxima vez nos daremos un paseo para poner la correspondiente denuncia porque en fiestas, especialmente, el respeto es esencial, incluso entre borrachos.
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